Una Amistad Inquebrantable


Había una vez, en un frondoso bosque, un zorro llamado Renzo. Renzo era un zorro muy astuto y travieso, pero lamentablemente los demás animales del bosque no lo veían así.

Siempre lo señalaban y se burlaban de él por ser diferente. Un día, mientras Renzo cazaba mariposas para el desayuno, escuchó las risas de los conejos que se escondían entre los arbustos. Se acercó sigilosamente y les preguntó con curiosidad: "¿Por qué se ríen de mí?".

Los conejos respondieron en coro: "-Porque eres un zorro y los zorros son tramposos y peligrosos. " Renzo se sintió triste al escuchar estas palabras.

No entendía por qué todos pensaban que él era malo solo por ser un zorro. Decidió alejarse de los conejos y buscar a otros animales con los que pudiera hacer amigos.

Caminando por el bosque, Renzo encontró a Martina la ardilla, quien al verlo llegar rápidamente trepó a lo alto de un árbol. "-¡No te acerques! ¡Los zorros son ladrones!", gritaba Martina desde las alturas. Renzo suspiró resignado. Parecía que nadie quería darle una oportunidad para demostrar que él también podía ser bueno y amable.

Sin embargo, decidió no rendirse y siguió explorando el bosque en busca de alguien más dispuesto a conocerlo. Fue entonces cuando divisó a Lucas el búho posado en una rama cercana.

Con paso cauteloso se acercó a él y le dijo con amabilidad: "-Hola Lucas, mi nombre es Renzo ¿podríamos ser amigos?". Lucas lo miró fijamente con sus grandes ojos brillantes y después de unos segundos respondió: "-Claro que sí, Renzo. Todos merecen una oportunidad para demostrar quiénes son realmente.

"Renzo estaba emocionado de haber encontrado finalmente a alguien dispuesto a darle una oportunidad. Juntos pasaron horas charlando sobre sus vidas, compartiendo historias y risas bajo la luz de la luna.

Con el tiempo, otros animales del bosque comenzaron a darse cuenta de la verdadera naturaleza de Renzo gracias a la amistad que había forjado con Lucas.

Los conejos dejaron de esconderse cuando pasaba cerca, Martina bajaba del árbol para jugar con él e incluso algunos pájaros cantaban canciones dedicadas a su nueva amistad. Renzo había logrado cambiar la percepción que tenían los demás animales sobre él simplemente mostrando su verdadero yo: un zorro amable, generoso y leal.

Y así fue como en aquel bosque tan especial todos aprendieron una gran lección: nunca juzgar a alguien por su apariencia o especie sin antes conocerlo realmente; porque solo así podríamos descubrir la belleza única que cada uno lleva dentro.

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