Una amistad mágica



Había una vez un niño llamado Mateo, de 9 años, que vivía cerca de un misterioso bosque.

Aunque todos en el pueblo le tenían miedo al bosque por las historias que contaban sobre él, a Mateo siempre le había fascinado la idea de explorarlo. Un día, mientras jugaba cerca del borde del bosque, Mateo vio una extraña luz brillante entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, decidió adentrarse en el bosque para descubrir qué era aquello.

A medida que avanzaba entre los árboles oscuros y frondosos, empezó a sentir una presencia extraña a su alrededor. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando escuchó una voz susurrante: "¡Mateo... !".

Asustado pero curioso, Mateo siguió la voz hasta llegar a un claro en medio del bosque. Allí se encontró con un pequeño fantasma llamado Gaspar. A diferencia de lo que había imaginado sobre los fantasmas, Gaspar no era aterrador sino más bien simpático y amigable.

"Hola Mateo", dijo Gaspar con una sonrisa. "Soy un fantasma solitario que vive aquí en el bosque". "¡Wow! ¡Eso es increíble!", exclamó Mateo sorprendido.

"¿Por qué estás solo?"Gaspar explicó que muchos años atrás había sido atacado por unos zombis malvados y desde entonces nadie se acercaba al bosque por temor a ellos. Pero ahora estaba cansado de estar solo y deseaba tener amigos. Compadecido por la soledad de Gaspar, Mateo decidió ayudarlo a encontrar compañía.

Juntos, se aventuraron más profundamente en el bosque hasta llegar a una cueva oscura. Allí encontraron a los zombis que habían sido malvados alguna vez. "Hola chicos", dijo Mateo intentando parecer valiente.

"Mi amigo Gaspar quiere hacer las paces y tener amigos". Los zombis se miraron entre sí sorprendidos. Nunca antes alguien les había ofrecido amistad. Luego de un momento de reflexión, aceptaron la propuesta de Mateo y Gaspar.

Así comenzó una increíble amistad entre los zombis y Gaspar. Juntos, exploraban el bosque, jugaban y aprendían unos de otros. Los zombis descubrieron que no necesitaban ser malvados para ser felices y disfrutar la vida.

Con el tiempo, la noticia sobre esta inusual amistad empezó a esparcirse por el pueblo. La gente dejó de tener miedo del bosque e incluso comenzó a visitarlo para conocer a los nuevos amigos de Mateo.

El bosque se convirtió en un lugar lleno de risas y alegría gracias al valor y la bondad de Mateo. Y así, todos aprendieron que no hay que juzgar por las apariencias o creer en estereotipos negativos; siempre hay espacio para la amistad y la comprensión.

Desde aquel día, Mateo siguió siendo conocido como "el niño valiente del bosque" y su historia inspiraba a otros niños a enfrentar sus miedos con coraje.

Y así termina esta historia llena de magia donde un niño llamado Mateo enseñó a todos que, incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay luz y esperanza cuando se tiene el valor de abrir el corazón y dar una oportunidad a la amistad.

FIN.

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