Una Amistad Rodante
Era un día soleado en la escuela primaria "Los Arcos", y los niños estaban emocionados por el debut del nuevo juego de patio: el Circuito de Aventura. Todos querían ser parte de la carrera. En medio de la multitud, estaba Juan, un niño que usaba una silla de ruedas, observando con curiosidad mientras los otros niños se preparaban para la competencia.
Juan siempre había sido un niño lleno de energía y sueños. A menudo, miraba a sus compañeros jugar y se preguntaba cómo sería sentir la brisa en su rostro mientras corría. Pero hoy, el juego parecía ser diferente; tenía un recorrido lleno de obstáculos, y eso despertó algo especial en él.
Al ver a Juan, Sofía, una niña nueva en la escuela, se acercó. Sofía era pequeña y amable, pero también un poco tímida.
"Hola, soy Sofía. ¿Querés jugar conmigo?" - dijo, sonriendo.
"Hola, soy Juan. Yo no puedo correr, estoy en silla de ruedas" - respondió él, un poco desanimado.
"No importa, tal vez podamos inventar algo. Me encantaría que fueras parte del juego" - animó Sofía.
Juan sintió un rayo de esperanza. "¿Cómo podríamos hacerlo?" - preguntó.
Sofía pensó un momento y luego exclamó: "Podemos crear un equipo. Yo puedo correr por la pista y vos podés ser el capitán. Desde tu silla de ruedas, podés darme las instrucciones y yo haré lo que digas. ¡Así seremos un gran equipo!"
Juan sonrió emocionado. "¡Sí, eso suena genial! Podemos llamarnos 'Los Exploradores'" - propuso él.
Así fue como Juan y Sofía comenzaron a planificar su estrategia. Se pasaron la semana entrenando y creando un mapa del circuito, señalando los obstáculos y diseñando cómo superarlos juntos. El día de la carrera llegó, y ambos estaban listos.
"Recordá, cuando llegás a la colina, dale un giro a la derecha para saltar la cuerda de equilibrio" - le dijo Juan desde su silla mientras Sofía se preparaba.
"¡Sí, Captain Juan!" - contestó ella con una sonrisa.
La carrera comenzó. Todos los niños iban corriendo, saltando y riendo, mientras Juan animaba a Sofía. "¡Bien, ahora a la derecha! ¡Buen trabajo!" - chorreaba entusiasmo, y Sofía se movía ágilmente entre los obstáculos.
De repente, un niño tropezó y cayó estrepitosamente, causando un pequeño revuelo. Todos los chicos comenzaron a reírse, pero luego se dieron cuenta de que aquel niño estaba llorando. Juan miró a Sofía con preocupación. "¿Qué vamos a hacer?" - preguntó.
Sofía se detuvo. "No podemos seguir corriendo, tenemos que ayudarlo" - dijo, decidida.
"Tenés razón. Vamos" - respondió Juan.
Los dos se acercaron al niño caído, y con mucha amabilidad, Juan le dijo: "Hola, soy Juan. Hiciste un buen intento, a veces caernos es parte del juego. ¿Estás bien?"
El niño dejó de llorar y asintió con la cabeza. "Sí, creo que sólo me rasguñé. Gracias" - dijo mientras se secaba las lágrimas.
Sofía sonrió y le ofreció su mano. "¿Querés volver a jugar con nosotros?"
El niño asintió de nuevo, y juntos volvieron al circuito. La carrera continuó, y aunque no llegaron en los primeros lugares, Juan y Sofía lograron hacer sonreír al niño caído.
Al finalizar el día, los profesores aplaudieron su valentía y compañerismo. "Ustedes han demostrado que la verdadera victoria está en ayudar a los demás" - dijo la maestra.
De esa manera, Juan no solo había encontrado una verdadera amiga en Sofía, sino que también le enseñó a toda la clase que la amistad y la colaboración son los mejores juegos de todos. Desde aquel día, Juan y Sofía continuaron imaginando aventuras, demostrando que no hay límites cuando se trata de la amistad.
Ambos habían aprendido que, aunque las circunstancias pueden ser diferentes, el amor y la alegría se pueden entrelazar de muchas maneras dentro y fuera del juego.
FIN.