Una Aventura Acuática



En un rincón mágico del océano, donde el agua se mezclaba con la tierra, vivía una pequeña alga llamada Algie. Algie era curiosa y soñadora, siempre quería aprender más sobre el mundo que la rodeaba. Un día, mientras danzaba con las corrientes del mar, decidió que era hora de explorar más allá de su hogar.

"Hoy, voy a descubrir qué hay en la tierra" - se dijo Algie.

Así que se adentró en la zona donde el agua del mar se encontraba con la tierra. Cuando llegó a la orilla, se encontró con un bello paisaje repleto de plantas y flores.

"¡Hola!" - dijo una flor amarilla que se balanceaba al viento. "¿Quién sos?"

"Soy Algie, una alga del mar. Vine a ver qué hay aquí en la tierra" - respondió, entusiasmada.

"¡Hola, Algie! Soy Floricita. Aquí el agua es esencial, como en tu hogar. Cuando llueve, el agua se filtra en el suelo y ayuda a que las plantas crezcan saludables. ¿Sabías que también impacta en el mar?" - preguntó Floricita.

Algie se sorprendió. "No lo sabía. ¿Puedes contarme más?"

Entonces, Floricita explicó cómo el agua de lluvia caía en la tierra, llenando los ríos y arroyos, que a su vez llevaban el agua de regreso al mar.

"¡Es un ciclo!" - exclamó Algie. "El agua es la misma, solo viaja de un lugar a otro. ¡Qué increíble!"

Decidida a ver cómo funcionaba este ciclo, Algie se despidió de Floricita y se lanzó de vuelta al océano. Nadó rápidamente hacia la superficie, donde se encontró con sus amigos, los peces.

"¡Chicos! ¡Tienen que verme!" - gritó emocionada.

Los peces se acercaron, curiosos. "¿Qué descubriste, Algie?" - preguntó un pez payaso.

"El agua de la lluvia ayuda a que las plantas crezcan. Y después, esa agua llega al mar y nos ayuda a nosotros también" - explicó Algie apasionadamente.

"Eso es genial, Algie!" - dijo una langosta. "Pero a veces ocurre algo malo. Cuando llueve mucho, el agua puede traer cosas que no son buenas. ¿Sabían que la tierra puede contaminar el agua si no cuidamos el medioambiente?" - advirtió.

Algie sintió que se le encendía una lámpara en la cabeza. "¡Debemos hacer algo! Si cuidamos la tierra, también cuidamos del mar y de todos nosotros!" - propuso.

Entonces, Algie y sus amigos organizaron un gran encuentro con todos los habitantes marinos. desde los tiburones hasta los crustáceos. Hicieron un plan para cuidar el océano, su amado hogar, y la tierra que lo rodeaba.

Nadaron hacia la costa y se agruparon cerca de la playa.

"¡Hola, amigos de la tierra!" - gritó Algie. "Venimos a hablarles sobre cómo cuidar nuestro planeta."

Los humanos, sorprendidos, se acercaron a escuchar.

"El agua que utilizamos puede dañar el mar. Si cuidamos el reciclaje y no tiramos basura, ayudamos a que nuestros hogares sean más sanos" - explicó Algie.

Un niño observó a Algie desde la orilla y dijo: "¡Yo puedo ayudar! ¡Recién aprendí a reciclar!"

La multitud comenzó a aplaudir. Las personas estaban alegres de poder ayudar. Así, niños y adultos se unieron para limpiar la playa, recoger basura y cuidar de la naturaleza.

"¡Gracias por unirnos, Algie!" - dijo una tortuga que apareció al lado de Algie. "Ahora, nuestros hogares serán más saludables y felices".

Y así, Algie y sus amigos aprendieron que trabajar juntos y cuidar de la tierra y el mar podían hacer una gran diferencia.

"¡Debemos seguir contándole a más amigos!" - exclamó Algie.

A partir de ese día, cada vez que llovía y se llenaban los ríos, Algie y sus amigos recordaban lo importante que era cuidar el agua, ya que así cuidarían de su hogar en el océano. Y, sobre todo, cada vez que la lluvia caía, tanto en la tierra como en el mar, sabían que su vitalidad dependía del amor y respeto que tenían hacia su hogar.

"Cuidando del mar, cuidamos de nosotros mismos" - decía Algie con orgullo.

Y así, el ciclo del agua continuó, no solo en el océano, sino también en el corazón de todos aquellos que aprendieron a cuidar de la naturaleza, viviendo felices en armonía con el mar y la tierra.

"¡Sí!" - gritó Algie. "¡Por un océano y una tierra feliz!"

FIN.

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