Una Aventura de Fulbo



Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza. Leonel y Santi, dos amigos inseparables, estaban jugando en la plaza. Con sus camisetas del equipo de fútbol que tanto idolatraban, el Club All Boys, se sentían listos para enfrentar cualquier desafío.

"¡Hoy es el día perfecto para jugar un partido!" - exclamó Leonel, con una sonrisa gigante.

"Sí, pero necesitamos más jugadores. ¿Te imaginas un partido de seis contra seis?" - respondió Santi, emocionado por la idea.

Mientras buscaban a sus amigos, se encontraron con Carla y Mateo, que estaban sentados en un banquito

"¡Chicos! ¿Quieren jugar un fulbo con nosotros?" - les preguntó Leonel.

"Pero solo somos cuatro..." - dijo Carla, algo preocupada.

Santi, que siempre tenía la mente en marcha, tuvo una idea brillante.

"Podemos invitar al nuevo. Se llama Rami y siempre lo veo pateando la pelota solo en el parque. Tal vez se quiera sumar. ¡Vayamos a buscarlo!"

Y así, los cuatro amigos partieron hacia el parque. Al llegar, encontraron a Rami, un chico tranquilo, con una gran habilidad para el fútbol, pero que parecía un poco tímido.

"Hola, Rami. Estás invitado a jugar con nosotros. ¡Necesitamos un jugador más!" - lo animó Leonel.

Rami sonrió, aunque un poco nervioso.

"Sí, me gustaría, pero... No sé si soy tan bueno como ustedes..." - dijo con inseguridad.

Santi, que había sido su mejor motivador, lo alentó:

"¡Eso no importa! Lo importante es divertirnos y aprender unos de otros. Aquí todos somos amigos. ¡Vamos!"

Rami aceptó y se unió al grupo. Durante el partido, se dieron cuenta de que tenía unas habilidades impresionantes. Sin embargo, al mismo tiempo, había momentos en los que perdía la confianza.

Cuando terminó la primera mitad del partido, el marcador estaba empatado. Santi y Leonel se reunieron con Rami para darle ánimos.

"Te vi hacer unas jugadas increíbles, Rami. ¡No te preocupes si te equivocas! Todos cometemos errores, lo importante es no rendirse" - lo alentó Leonel.

"Sí, además siempre hay una segunda oportunidad" - añadió Santi, compartiendo su experiencia de un partido anterior donde también había fallado un gol clave y luego anotó el gol de la victoria.

Tras la charla, Rami pareció animarse y se sintió más confiado. Al volver a la cancha, el juego se puso más emocionante. Hubo risas, caídas y, sobre todo, muchos goles. En el último minuto, el marcador seguía empatado y el balón estaba en los pies de Rami, quien vio la oportunidad de anotar.

"¡Dale, Rami! ¡Patea!" - gritaron Leonel y Santi al unísono.

Rami respiró hondo, recordó las palabras de sus amigos y, con determinación, lanzó el balón hacia el arco. ¡Gol! El grito de alegría resonó por todo el parque, y sus amigos corrieron a abrazarlo.

"¡Lo hiciste, Rami! ¡Felicidades!" - dijieron todos, llenos de alegría.

Con el partido terminado, disfrutaron de un merecido asado de hamburguesas que les había traído el padre de Leonel. Mientras compartían risas y relatos de sus jugadas, Rami se sintió más integrado que nunca.

Santiago, finalizando la jornada, dijo:

"¿Vieron? A veces hay que salir de la zona de confort y animarse a probar cosas nuevas. Todos somos buenos en algo, sólo hay que encontrarlo".

Y así, León y Santi no solo ayudaron a Rami a fortalecerse en fútbol, sino también a aceptarse a sí mismo como parte de un equipo.

Desde ese día, el fulbo en Villa Esperanza nunca volvió a ser el mismo. Siempre había nuevos amigos que se sumaban, y Rami, ahora uno más del equipo, demostró que con esfuerzo y apoyo, todos pueden brillar. ¡Fin!

FIN.

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