Una Aventura en el Arroyo



Era un hermoso día en el arroyo, con el sol brillando y los pájaros cantando. Una pequeña golondrina llamada Lila estaba explorando la zona cuando, de repente, un fuerte viento la hizo perder el equilibrio. Con su alita lastimada, no pudo seguir volando y se cayó suavemente al agua. Aunque el agua estaba fría, Lila se sintió segura al ver que no estaba sola por mucho tiempo.

De pronto, apareció Hugo, la nutria, quien nadaba alegremente por el arroyo. Al ver a Lila, se acercó inmediatamente:

"¡Hola, pequeña! ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?"

"Me he perdido de mi familia y tengo un alita lastimada. No sé cómo volver a volar", respondió Lila con un susurro triste.

"No te preocupes, yo te ayudaré. ¡Ven, súbete a mi espalda!" dijo Hugo, feliz de ayudar a su nueva amiga. Lila, todavía temerosa, se acomodó en la suave espalda de Hugo y juntos comenzaron a explorar el arroyo.

Poco después, se encontraron con Carlos, el castor, quien estaba trabajando en su presa. Al ver el revuelo, dejó su tarea y se acercó a ellos.

"¿Qué sucede aquí, amigos?" preguntó Carlos.

"Lila se ha perdido y su alita está lastimada. Estamos ayudándola a encontrar su camino de regreso", explicó Hugo.

Carlos observó a Lila con preocupación.

"No te preocupes, pequeña. ¡Nosotros haremos lo que sea necesario! Juntos podemos encontrar a tu familia."Lila sintió una chispa de esperanza, pero había un pequeño problema. Mientras paseaban, se dio cuenta de que el tiempo pasaba y su familia aún no aparecía. Pero, para su sorpresa, en lugar de sentirse sola, comenzó a disfrutar de su nueva amistad.

"¿Puedo quedarme un poco más con ustedes? Me hacen sentir tan feliz", preguntó Lila.

"Por supuesto, será divertido tenerte aquí!" respondieron Hugo y Carlos al unísono.

Mientras pasaban los días, los tres amigos se volvieron inseparables. Lila aprendió a nadar con Hugo y a construir pequeñas presas con Carlos. Cada día descubrían cosas nuevas y compartían aventuras. Sin embargo, Lila no dejaba de pensar en su familia que aún no aparecía.

Un día, mientras paseaban por el arroyo, Lila escuchó un sonido familiar.

"¿Eso es...?" preguntó emocionada.

"¿Qué pasa, Lila?" cuestionó Carlos.

"Creo que son mis hermanitos!" exclamó, volando con precaución, a pesar de su alita lastimada.

Cuando se acercaron, efectivamente, allí estaban sus hermanos, buscando a su golondrina perdida. Lila no podía contenerse:

"¡Hola, familia!" gritó emocionada.

"¡Lila!" respondieron sus hermanos, corriendo hacia ella.

Pero Lila se detuvo un momento. Miró a Hugo y Carlos que estaban a su lado.

"¿Y ustedes?" Lila se sintió en conflicto. ¡Había crecido tanto en los últimos días! No quería dejar a sus nuevos amigos.

"Ve con tu familia, Lila. Te extrañaremos, pero siempre serás nuestra amiga", dijo Hugo con una gran sonrisa.

"Sí, siempre tendrás un hogar aquí con nosotros", agregó Carlos.

Lila voló hacia su familia y, llenando su corazón con amor, les contó sobre sus aventuras con sus amigos. Su familia, agradecida, dijeron que ella siempre sería parte de ellos y de sus nuevas amistades.

A partir de ese día, Lila aprendió el verdadero significado de la familia. No solo la que tenía por la sangre, sino también la que se elige a lo largo del camino. Aunque regresó con su familia, cada tarde volaba de regreso al arroyo para jugar y compartir risas con Hugo y Carlos. Así, formaron un lazo irrompible que les enseñó a todos que la amistad no tiene barreras.

Y así, Lila, la golondrina, Hugo, la nutria, y Carlos, el castor, siguieron viviendo felices, recordando siempre sus aventuras y cultivando la amistad que habían construido, un pilar fundamental en sus vidas. Porque, a veces, las mejores familias son las que encontramos en el camino.

FIN.

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