Una aventura en el campo al atardecer



En un pequeño pueblo del campo argentino, vivía un niño llamado Mateo, a quien le encantaba pasear por los campos al atardecer. Un día, mientras caminaba, vio a un perro callejero de pelaje canela deambulando por los campos. El niño se acercó al perro con curiosidad y cariño. -Hola, ¿cómo te llamas? -le preguntó Mateo al perro. El perro movió la cola y le respondió con sus ojos brillantes. Mateo decidió llamarlo Canela y desde ese momento se convirtieron en buenos amigos. Cada tarde, Mateo y Canela salían juntos a recorrer los campos.

Un día, mientras paseaban, Mateo vio a lo lejos a un grupo de niños volando barriletes. Toda esa diversión lo inspiró a hacer su propio barrilete. Regresaron a casa y juntos, con la ayuda de sus padres, construyeron uno con papeles de colores y cañas. Al otro día, Mateo y Canela regresaron al campo con el barrilete listo para volar.

-¡Mira, Canela! ¡Vamos a volar nuestro barrilete! -exclamó Mateo emocionado. Ambos corrieron por el campo, el viento soplaba fuerte y el barrilete comenzó a elevarse en el cielo. Mateo reía emocionado mientras Canela saltaba a su alrededor. De repente, una ráfaga de viento más fuerte se llevó el barrilete y lo hizo caer en un árbol lejano.

Mateo y Canela corrieron hacia el árbol y vieron cómo su barrilete quedaba atrapado en las ramas. Mateo sintió una punzada de tristeza, pero entonces recordó algo que su abuelo le había enseñado. Se acercó al árbol, respiró profundo y con calma empezó a pensar en la mejor estrategia para rescatar el barrilete. Tras varios intentos, finalmente lograron liberar el barrilete. Mateo no se rindió y decidió intentar volar de nuevo el barrilete.

Con determinación, Mateo y Canela buscaron un lugar más despejado y esta vez, con paciencia y cuidado, lograron que el barrilete surcara el cielo. El niño sonreía emocionado y su amigo Canela daba saltos de alegría a su alrededor. Esa tarde, aprendieron que la perseverancia y la calma son importantes para superar los obstáculos.

Desde ese día, Mateo y Canela siguieron explorando juntos el campo, enfrentando desafíos y viviendo aventuras inolvidables. Aprendieron a no rendirse ante las dificultades, a trabajar en equipo y a disfrutar de la belleza de la naturaleza al atardecer.

FIN.

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