Una Aventura en el Jardín



Había una vez un niño llamado Tomás que tenía una mascota muy especial: un gatito llamado Pelusa. Cada mañana, Tomás se despertaba temprano y luego iba a darle su comida favorita: croquetas de pescado. Además, siempre le ponía agua fresca en su plato para que Pelusa estuviera bien hidratado.

Un día, después de desayunar, Tomás notó que Pelusa estaba muy inquieto, saltando de aquí para allá.

"¿Qué te pasa, Pelusa? ¿Quieres salir al jardín?" -preguntó Tomás con curiosidad.

Pelusa maulló y movió la colita emocionado, así que Tomás le abrió la puerta del patio. El sol brillaba y la hierba estaba fresca. Pelusa salió corriendo, persiguiendo mariposas mientras Tomás lo miraba divertido.

"¡Fijate, Pelusa! ¿Qué tal si nos aventuramos un poco más allá?" -sugirió Tomás, señalando el rincón más alejado del jardín, donde había un gran arbusto.

Ambos, emocionados, se acercaron al arbusto. De repente, escucharon un ruido extraño. Era un suave lloriqueo. Tomás y Pelusa, curiosos, miraron debajo del arbusto y encontraron un pequeño pajarito que había caído del nido.

"¡Ay, pobrecito! No puede volver a su casa" -dijo Tomás preocupándose por el pajarito.

"¡Miau!" -respondió Pelusa, como si también estuviera interesado en ayudar.

"¿Qué hacemos?" -preguntó Tomás, mirando a su alrededor. Luego se le ocurrió una idea. "Podemos hacer un nido para él y ponerlo en el árbol más cercano. Quizás su mamá venga a buscarlo".

Tomás usó una caja pequeña que encontró en el garaje, le puso un poco de paja y, con cuidado, colocó al pajarito adentro. Luego, subió la caja a una rama baja del árbol.

"Listo, pajarito. Aquí estarás más seguro" -dijo Tomás, sintiéndose orgulloso de ayudar.

Pasaron varias horas y al final del día, mientras caía el sol, Tomás y Pelusa se sentaron a descansar en el jardín. De repente, un ave adulta se acercó al nido.

"¡Mirá, Pelusa! ¡Es la mamá del pajarito!" -exclamó Tomás emocionado.

La mamá pájaro emitió un canto alegre y, en un parpadeo, su pequeño pajarito salió volando entre sus alas. Ambos admiraron el hermoso espectáculo de la naturaleza.

"¡Lo hicimos, Pelusa! ¡Ayudamos a un amigo!" -dijo Tomás con alegría.

Desde ese día, Tomás y Pelusa no solo se dedicaron a jugar juntos, sino que también aprendieron la importancia de cuidar y ayudar a los demás. Y así, cada vez que veían a un animalito en dificultades, sabían que podían hacer la diferencia, tal como lo hicieron con el pajarito.

"¡Vamos a seguir ayudando a los animales, Pelusa!" -dijo Tomás entusiasmado, mientras Pelusa maullaba en aprobación.

Y así fue como Tomás y su gatito, Pelusa, se convirtieron en los mejores amigos de todos los animalitos del jardín. Juntos, vivieron muchas más aventuras llenas de amor y solidaridad, aprendiendo que un pequeño gesto puede cambiar el mundo de alguien.

FIN.

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