Una Aventura en el Parque



Una mañana soleada, a los alrededores del parque, la mamá de Lila, una bebé risueña que siempre estaba curiosa, decidió llevarla a pasear. Lila estaba emocionada, no podía esperar para descubrir todo lo que había en el parque. Al llegar, el lugar estaba lleno de colores; los árboles parecían abrazar el cielo y las flores daban vida a cada rincón.

"¡Mirá, Lila!", dijo mamá, señalando un grupo de niños jugando en el arenero. "¿Ves cómo construyen castillos de arena? Así como en los cuentos que te leo cada noche. ¿Querés que les vayamos a saludar?"

Lila rió y agitó sus manitas, mostrando su entusiasmo. Así que, con cuidado, se acercaron a los niños.

"¡Hola! Soy mamá de Lila, y ella quiere saber cómo hacen esos castillos tan altos!", dijo.

"¡Hola! Soy Mateo! Mira, es fácil, solo hay que usar el balde y echarle agua a la arena. Luego apretamos y voilà, ¡castillo listo!", respondió uno de los niños.

Lila miraba con sus ojos grandes, llenos de asombro.

"¿Puedo intentar?", preguntó Lila, aunque solo podía balbucear.

Los niños, con gran amabilidad, le ofrecieron un balde pequeñito. Escarbó en la arena y... ¡sorpresa! Justo en ese momento, un perrito juguetón se acercó y empezó a jugar con la arena.

"¡Mirá, Lila! Ese perrito también quiere un castillo!", dijo mamá riendo.

"¿Le podemos hacer uno?", respondió Lila, pensando que el perrito podría ser su nuevo amigo.

Así, la pequeña, inspirada por los niños, armó un pequeño castillo. El perrito los siguió ladrando y corriendo alrededor. La risa de Lila llenó el aire, y en un instante, todos los niños se unieron a la divertida aventura de construir un castillo gigante en la arena.

Pero, de repente, un viento fuerte sopló y voló algunas de las arenitas.

"¡Oh no! ¿Qué pasó?", exclamó Lila.

"No te preocupes, a veces el viento juega con nosotros. Solo debemos volver a construir y hacerlo más fuerte. ¡Vamos!", le dijo una niña llamada Ana, animada.

Lila miró a su mamá, quien le sonrió con confianza.

"Así se hace, mi amor. Si algo no sale como lo planeamos, ¡podemos intentarlo de nuevo!"

Con la ayuda de todos sus nuevos amigos, reiniciaron con más ganas. Juntaron más arena, mezclaron con agua y, con cada ladrillo de arena que colocaban, aprendieron sobre la cooperación y la perseverancia.

Una vez terminado el castillo, Lila sonrió satisfecha.

"¡Mirá lo que hicimos! Es el castillo más bonito del parque!", dijo emocionada.

Pero en ese momento, el perrito hizo un salto entusiasta y derribó una parte del castillo. Todos los niños gritaron de sorpresa.

"¡No!", dijeron, pero luego miraron a Lila.

Con una gran risa, ella dijo:

"¡No pasa nada! ¡Podemos volver a hacerlo! Y quizás hacemos otro perro también!"

Los niños rieron y decidieron que eso sería una gran idea. Juntos, comenzaron a hacer otra construcción, esta vez un perro de arena.

"¡Definitivamente se parece al perro que vino a jugar con nosotros!", dijo Mateo mientras todos reían.

Después de un rato, llegó la hora de irse. Lila se despidió de sus nuevos amigos y de su castillo. Al caminar de regreso, mamá le dijo:

"¿Viste, Lila? A veces las cosas no salen como uno espera, pero eso no significa que no podamos disfrutar y seguir probando. Siempre habrá nuevas aventuras esperando por nosotros."

Y así, Lila aprendió que en el juego y en la vida, lo importante es disfrutar cada momento y aprender que siempre hay oportunidades para crear, recrear y compartir risas.

FIN.

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