Una Aventura en España
Había una vez en un pequeño pueblo de España, dos amigas muy especiales: Caperucita Roja, que siempre llevaba su caperuza roja y una canasta llena de delicias, y la Bella Durmiente, que era conocida por su belleza, pero también por su inteligencia. Un día soleado, decidieron salir a pasear por el bosque, buscando flores y disfrutando del aire fresco.
"- ¡Mirá esas flores!", exclamó Caperucita, mientras señalaba un precioso campo lleno de margaritas blancas y amarillas.
"- ¡Son hermosas! ¿Te imaginas hacer un ramo gigante?", respondió la Bella Durmiente, emocionada. Ambas se pusieron a recoger flores mientras reían y contaban historias.
Sin embargo, en el mismo bosque, un astuto lobo había estado observando a las chicas desde lejos. Les había visto pasear y decidió que eran dos almuerzos ideales. Sin perder tiempo, el lobo se acercó furtivamente tras unos arbustos y se preparó para darles un buen susto.
De repente, mientras recolectaban flores, escucharon un ruido. Caperucita miró para atrás y se encontró con los ojos del lobo.
"- ¡Ay, no! ¡Es el lobo!", gritó Caperucita, asustada.
"- ¡Corre, Caperucita!", dijo Bella Durmiente, tomando la mano de su amiga. Ambas comenzaron a correr por el bosque, esquivando árboles y saltando sobre raíces grandes.
El lobo, decidido a atraparlas, les pisaba los talones.
"- ¡No podemos dejar que nos atrape!", exclamó Caperucita, mientras miraba hacia atrás. "- Hay que pensar en un plan."
"- ¿Qué tal si nos escondemos en la cueva de la montaña?", sugirió la Bella Durmiente.
"- ¡Esa es una gran idea! Vamos!", respondieron ambas, corriendo hacia la cueva. Cuando llegaron, encontraron un lugar oscuro y fresquito donde podrían resguardarse por un momento.
"- ¡Aquí estaremos a salvo!", dijo Caperucita mientras se escondían detrás de unas piedras. Sin embargo, el lobo no se dio por vencido y al poco tiempo, se acercó a la cueva.
"- ¡Sé que están aquí!", rugió el lobo mientras olfateaba el aire. Las chicas se quedaron en silencio, con el corazón latiendo rápidamente.
Pero entonces, la Bella Durmiente tuvo una idea brillante. "- ¿Y si hacemos un ruido y lo confundimos? Vamos a hacerle creer que hay más de una de nosotras!", propuso.
"- ¡Buena idea! Pero, ¿cómo hacemos eso?", preguntó Caperucita, intrigada.
"- Podemos usar nuestras voces. Yo puedo hacer un eco. Cuando yo hable, tú debes repetir lo que yo diga, pero más lejos", explicó la Bella Durmiente.
Las dos chicas se prepararon y comenzaron su plan. "- ¡Ayuda! ¡Hay un lobo feroz!", gritó la Bella Durmiente, y Caperucita, desde el otro lado de la cueva, replicó: "- ¡Ayuda! ¡Hay un lobo feroz!".
El lobo, confundido, comenzó a mirar en todas direcciones. "- ¿Cuántas de ustedes son?", balbuceó el lobo, asustado.
Justo en ese momento, un grupo de pájaros que volaban por encima, decidieron unirse a la algarabía. Comenzaron a piar fuertemente, y eso hizo que el lobo se asustara aún más.
"- ¡Hay demasiadas! ¡Debo irme!", gritó el lobo, retrocediendo y desapareciendo entre los árboles.
Las dos amigas estallaron en risas y se abrazaron aliviadas. "- ¡Lo conseguimos!", dijo Caperucita, aún temblando de emoción.
"- Sí, pero aprendimos algo importante hoy ", reflexionó la Bella Durmiente, "- la valentía y el trabajo en equipo siempre triunfan sobre el miedo".
A partir de ese día, Caperucita Roja y la Bella Durmiente se convirtieron en mejores amigas. Aprendieron a disfrutar del tiempo juntas, no solo recolectando flores, sino también explorando y compartiendo aventuras nuevas.
Y así, en su pequeño mundo lleno de maravillas, Caperucita y la Bella Durmiente continuaron viviendo felices, sabiendo que siempre podían contar la una con la otra, sin importar qué desafíos se presentaran.
Y colorín colorado, esta historia ha terminado.
FIN.