Una Aventura en Iguazú
Era una mañana soleada cuando Julián, Sofía, Lucas y Ana se encontraban en la plaza del pueblo, organizando su primer campamento juntos. Ya habían hablado mucho sobre el viaje a las Cataratas de Iguazú, y la emoción los invadía.
"¿Están listos para la aventura?" - preguntó Julián con una sonrisa.
"¡Listísimos!" - exclamó Sofía mientras armaba su mochila.
"No olviden el mapa, ¡no quiero perdernos!" - dijo Lucas, que siempre tenía un poco de miedo a perderse en lugares desconocidos.
"¡Tranquilo! Todo va a salir bien, confía en mí!" - le respondió Ana, entusiasmada por la idea de explorar la naturaleza.
Después de un largo viaje en bus, llegaron al Parque Nacional Iguazú. Era un lugar impresionante, lleno de árboles altos y frondosos y el ruido del agua cayendo vibraba en el aire.
"¡Miren esas cataratas! Son gigantescas!" - gritó Sofía, con los ojos deslumbrados.
"Vamos a sacarnos una foto aquí, ¡esto hay que recordarlo!" - propuso Julián, mientras todos se acomodaban para la foto.
Con la cámara en mano y una risa contagiosa, los amigos se sacaron varias fotos, pero pronto se dieron cuenta de que el día les ofrecía una aventura aún más grande. En su recorrido, vieron un letrero que decía: "Sendero de los Gigantes".
"¿Qué les parece si vamos?" - sugirió Lucas, sintiendo un leve cosquilleo de emoción y nervios al mismo tiempo.
"Me parece que es un buen desafío, yo estoy a favor!" - dijo Ana, con su espíritu aventurero.
"¡Yo también quiero!" - exclamó Sofía.
"Bueno, ¡aquí vamos!" - dijo Julián, dispuesto a liderar el camino.
Mientras caminaban por el sendero, se encontraron con una familia de coatíes que jugaba entre los árboles.
"¡Miren, son adorables!" - dijo Sofía, mientras sacaba su teléfono para tomar fotos.
"Esos son muy curiosos, pero no se les acerquen demasiado, no les gusta que los molesten" - advirtió Lucas, recordando algo que había leído sobre ellos.
"Tienes razón, ¡vamos a observarlos desde lejos!" - dijo Ana, cautivada por lo tiernos que eran.
Después de un rato, el camino los llevó a un pequeño mirador, desde donde se podía ver una de las caídas de agua más grandes.
"¡Es impresionante!" - gritaron todos al unísono, incapaces de contener la asombro.
"Podemos hacer un picnic aquí" - sugirió Julián, sintiéndose satisfecho de poder compartir ese momento con sus amigos.
Las risas y la comida hicieron de ese lugar un pequeño paraíso. Mientras comían, Sofía tomó la iniciativa de compartir una historia.
"Cuando era chica, soñaba con ver las cataratas y me decía que algún día lo haría. Y ahora estoy aquí!"
Los demás la miraron con admiración.
"Es genial que tus sueños se hagan realidad Sofi!" - comentó Ana.
"Hoy también se siente como un sueño para mí." - dijo Lucas, mirando el horizonte.
De repente, el cielo comenzó a nublarse y una ligera brisa empezó a soplar.
"Uh-oh, parece que se viene la lluvia" - dijo Julián, mirando al cielo.
"¿Qué hacemos?" - preguntó Sofía, con una mezcla de preocupación y emoción.
"Sigamos el camino y busquemos un lugar cubierto!" - sugirió Ana, siempre con su espíritu resuelto.
Mientras se apresuraban, empezaron a escuchar truenos que retumbaban en el aire. Cuando finalmente encontraron una pequeña cabaña, la lluvia comenzó a caer con fuerza.
"¡Qué suerte que encontramos este lugar!" - dijo Lucas, respirando aliviado.
"¡Miren! ¡Hay una guitarra!" - exclamó Sofía, tomando el instrumento en sus manos.
"No puedo creer que haya una guitarra aquí!" - dijo Julián, entusiasmado.
"¡Vamos a hacer una fogata de canciones!" - sugirió Ana.
La lluvia azotaba el techo mientras los amigos empezaban a cantar. El ambiente se llenó de risas y música, haciendo que olvidaran por completo el mal tiempo fuera.
Cuando la tormenta pasó, salió el sol nuevamente, y un hermoso arcoíris se formó justo sobre las cataratas.
"¡Miren!" - gritó Sofía, apuntando al arcoíris brillante.
"Es un buen recordatorio de que después de la tormenta, siempre viene algo hermoso" - dijo Julián.
"¡Sí! ¡Y sólo por vivir esta aventura juntos!" - agregó Ana, muy emocionada.
Al finalizar el día, juntos descendieron hacia las cataratas disfrutando de cada momento, sintiéndose más unidos que nunca. Así se dieron cuenta de que la verdadera magia no estaba solo en las cataratas, sino en la amistad y en la aventura que compartieron.
"Prometamos volver otra vez, porque esto fue solo el principio!" - dijo Lucas, mientras el sol se ponía detrás de las cataratas.
Y así, con sus corazones llenos de alegría y promesas, regresaron a casa con recuerdos inolvidables de su primer campamento.
FIN.