Una Aventura en la Ciudad



Había una vez en un país muy lejano, una pequeña ciudad llamada Rincón Alegre. En esa ciudad, vivía un niño llamado Lucas, que soñaba con grandes aventuras. Aunque era un chico pequeño, su corazón era inmenso y lleno de curiosidad.

Un día, mientras exploraba el bosque que bordeaba su ciudad, Lucas se encontró con algo sorprendente: un gigantesco pie descalzo que sobresalía entre los árboles. Al acercarse con cautela, ¡se dio cuenta de que era un gigante!"¡Hola, gigante!" - gritó Lucas con valentía, aunque su corazón latía rápido.

El gigante, que se llamaba Goliat, se despertó y dijo: "¡Hola, pequeño! ¿Quién eres tú para atreverte a llamarme gigante? Estoy descansando aquí, y no me gusta ser molestado."

Lucas, sintiendo que el gigante no era tan temible, respondió: "Soy Lucas, y vivo en Rincón Alegre. Siempre he soñado con conocer a un gigante. Me gustaría hacer un amigo muy grande, como tú."

Goliat, intrigado por la valiente personalidad del niño, decidió no asustarlo. "Bueno, Lucas, aunque soy muy grande, en el fondo soy muy amable. ¿Qué te gustaría hacer en nuestra aventura juntos?"

Sin pensarlo dos veces, Lucas dijo: "¡Quiero explorar la ciudad desde lo alto, con tu ayuda!"

Así fue como Goliat se inclinó y levantó a Lucas en su enorme mano. Juntos, comenzaron a caminar hacia Rincón Alegre. Desde la altura a la que estaba, Lucas podía ver todo como si fuera un pájaro. La ciudad brillaba bajo el sol, y las risas de los niños se escuchaban a lo lejos.

"Mirá, Goliat, ¡puedo ver mi casa!" - exclamó Lucas emocionado.

Pero justo cuando miraban hacia el horizonte, un grupo de niños empezó a correr y a gritar al ver al gigante. "¡Socorro, un gigante!" - gritaban, aterrorizados. Goliat se sintió triste. "Oh no, nunca quise asustar a nadie."

Lucas, viendo el miedo en los ojos de los niños, tuvo una idea. "¡Espera, Goliat! Voy a hablar con ellos."

Bajaron a un lugar seguro, y Lucas recorrió con rapidez la pequeña multitud que se había formado. "¡Chicos! No tengan miedo. Este es Goliat, ¡un gigante muy amable!"

Los niños miraron con desconfianza, pero Lucas continuó: "Vengan, y se los voy a presentar. Les prometo que no pasa nada. ¡Goliat solo quiere ser su amigo!"

Poco a poco, algunos de los niños se acercaron. "¿De verdad no vas a comernos?" - preguntó una niña tímida.

"Para nada, pequeña. Solo quiero jugar y aprender sobre Rincón Alegre, igual que Lucas", explicó Goliat con su voz suave y amigable.

Un niño más valiente se acercó. "¿Nos podés levantar con una mano?" - preguntó.

Goliat sonrió y, uno a uno, levantó a los niños en su mano, mostrándoles la ciudad desde una nueva perspectiva.

"¡Esto es increíble!" - gritaron los niños, emocionados. "¡Miren cómo brilla el río desde aquí!"

Con el paso de los minutos, los niños se olvidaron del miedo y comenzaron a jugar con el gigante. Contaron historias, se rieron y aprendieron que no todos los gigantes son malvados.

Sin embargo, luego de un rato, Lucas vio que el sol comenzaba a ocultarse. "Es hora de regresar, chicos. Pero prometan que siempre recordarán lo que aprendieron hoy. No juzguen un libro por su tapa."

Todos asintieron con la cabeza. Goliat, sintiéndose satisfecho, dijo: "Gracias por enseñarme que no importa el tamaño, lo que importa es el corazón. Espero poder volver a jugar con ustedes pronto."

Finalmente, Lucas se despidió de sus nuevos amigos y prometió regresar al bosque para ver a Goliat. Al volver a casa, sintió que había ganado mucho más que un amigo gigante; había aprendido que la verdadera amistad no conoce tamaños, y que la valentía puede abrir puertas a aventuras maravillosas.

Desde aquel día, Rincón Alegre se llenó de historias sobre el gigante que era amigo de los niños, y cada vez que alguien veía la sombra de un pie gigante en el bosque, sonreía recordando que los amigos pueden venir en todas las formas y tamaños. Y así termina nuestra historia, pero la amistad de Goliat y Lucas seguirá llenando el aire de risas y aventuras por siempre.

FIN.

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