Una Aventura en la Ciudad Brillante
Era una hermosa mañana en la Ciudad Brillante, un lugar donde los colores nunca se desvanecían y la alegría reinaba en cada esquina. La Virgen del Pilar, conocida por su bondad y sabiduría, decidió salir a pasear por el parque de la ciudad. Mientras tanto, el Apóstol Santiago, siempre dispuesto a ayudar a los demás, estaba organizando una feria de talentos para que todos pudieran mostrar lo que sabían hacer.
Al llegar al parque, la Virgen del Pilar se encontró con Santiago, quien estaba decorando un gran escenario con banderines de colores.
"Hola, Santiago", saludó la Virgen sonriendo. "¿Qué haces por aquí tan temprano?"
"¡Hola, Pilar! Estoy organizando la feria de talentos. Quiero que todos los niños se diviertan mostrando lo que saben hacer. ¿Te gustaría ayudarme?"
La Virgen del Pilar pensó por un momento. Sabía que ayudar a los demás siempre traía alegría y aun más cuando se trataba de los niños.
"¡Claro que sí! Me encantaría ayudar. ¿Por dónde empezamos?"
Ambos comenzaron a preparar todo. Santiago se encargó de hacer que el escenario luciera impresionante, mientras que Pilar pensaba en actividades divertidas para los niños. De repente, un grupo de niños se acercó, con los ojos brillantes de emoción.
"¿Qué es eso de la feria?" preguntó Lucía, una niña muy curiosa.
"Es un lugar donde todos pueden mostrar su talento", respondió Santiago. "¿Tienen alguna habilidad especial?"
"¡Yo sé bailar!" gritó Mateo, moviendo sus brazos con entusiasmo.
"Y yo puedo hacer malabares!" agregó Ana, tirando algunas pelotitas al aire.
La Virgen del Pilar rió y dijo:
"¡Genial! Entonces, ustedes pueden ser parte del espectáculo. Pero necesitamos más talentos. ¿Quién más quiere participar?"
Más y más niños se unieron, cada uno mostrando sus talentos especiales: canto, pintura, cuentos y hasta hacer globos de colores. Sin embargo, un niño, Tomás, se mantuvo a un lado, con una mirada triste.
"¿Por qué no participas, Tomás?" preguntó Pilar con amabilidad.
"No tengo nada especial que mostrar", murmuró Tomás, mirando al suelo.
Santiago se acercó con una sonrisa y le dijo:
"A veces, lo más especial es lo que no vemos enseguida. Tal vez tengas un talento escondido que aún no has descubierto. ¿Qué te gustaría hacer?"
Tomás pensó por un momento y respondió:
"Siempre he querido contar historias, pero no sé si soy bueno en eso."
Pilar le sonrió con calidez.
"Las historias son poderosas, Tomás. Puedes compartir tus sueños o inventar mundos mágicos. ¿Por qué no lo intentas?"
Tomás miró a su alrededor y vio a los demás niños preparándose para su actuación. Con un poco de valentía, finalmente aceptó.
"Está bien, voy a contar una historia. Pero necesito que me ayuden."
"¡Nosotros te ayudaremos!" gritaron muchos niños juntos.
Finalmente, el día de la feria llegó. El parque brillaba con las risas y la emoción de todos, y al llegar el momento de Tomás, subió nerviosamente al escenario. La Virgen del Pilar y Santiago lo animaron desde el costado con gestos de ánimo.
"Toma una respiración profunda, Tomás. ¡Tú puedes!" dijo Santiago.
Con el corazón latiendo fuerte, Tomás comenzó a contar su historia sobre un dragón que quería volar como las aves. Su voz se volvió cada vez más segura y los niños escuchaban con atención, encantados por cada palabra.
Cuando terminó, la multitud estalló en aplausos.
"¡Era increíble!" gritaron los niños, mostrándole su apoyo.
Tomás sonrió ampliamente, su tristeza había desaparecido. La Virgen del Pilar lo abrazó y dijo:
"Ves, Tomás, tienes un don hermoso por compartir. Nunca dejes de contar tus historias."
Santiago asintió orgulloso.
"Lo importante no es ser el mejor, sino ser valiente para mostrar lo que llevamos dentro."
A partir de ese día, Tomás se convirtió en el narrador de historias del grupo, y con la ayuda de los demás, cada año la feria de talentos se convirtió en un lugar donde todos se sentían especiales y valorados.
La Ciudad Brillante continuó brillando con más historias y talentos, gracias a la amistad y el apoyo que la Virgen del Pilar y el Apóstol Santiago les brindaron a todos.,
Así, Pilar y Santiago aprendieron que ayudar a los demás y encontrar lo especial en cada uno de nosotros era el verdadero tesoro de la ciudad. Y juntos, todos vivieron en armonía, compartiendo risas y sueños por siempre.
FIN.