Una Aventura Espacial



Era una mañana brillante en la ciudad de Buenos Aires cuando María, una niña curiosa de diez años, recibió una carta misteriosa con un sello reluciente. Al abrirla, encontró una invitación especial: ¡estaba invitada a pasar unas vacaciones en la Luna! Casi sin pensarlo, decidió que llevaría a su mejor amigo, su gato Timbal, un travieso felino de pelaje gris y ojos verdes que siempre estaba listo para la aventura.

"Timbal, ¡nos vamos a la Luna!", exclamó María, brincando de alegría.

"Miau!" respondió Timbal, moviendo su cola de forma entusiasta. Aunque no entendía del todo lo que implicaba ese viaje, confiaba en su dueña.

Ese mismo día, se dirigieron a la agencia espacial en la ciudad. Allí, encontraron una nave espacial brillante llamada "Estrella Viajera". El capitán, un simpático astronauta llamado Pablo, les explicó las reglas del espacio y lo que debían llevar.

"¡Esto va a ser increíble!", dijo Pablo, ofreciéndoles unos trajes espaciales ajustados y cómodos. "Y no olviden preparar a Timbal para que no flote demasiado."

María se puso su traje, que era de color púrpura con estrellas amarillas, y le colocó un pequeño traje a Timbal, adornado con cohetes en miniatura. Después de algunos ajustes de último momento y de llenar la nave con suministros, despegó la Estrella Viajera. Ambos miraban por la ventana cómo la Tierra se alejaba mientras las estrellas brillaban más que nunca.

En el espacio, Timbal se asomaba por la ventana y su mirada se iluminaba con cada chispa que veía. De repente, un ruido sordo resonó en la nave.

"¿Qué fue eso?", preguntó María, asustada.

"Es solo un pequeño problema técnico. No se preocupen. ¡Sigamos adelante!", dijo Pablo intentando tranquilizarlos.

Mientras avanzaban, la nave empezó a temblar y a dar vueltas. Pablo rápidamente tomó el control, pero Timbal, un poco inquieto, comenzó a maullar con fuerza.

"No te asustes, Timbal. Todo va a estar bien", le dijo María acariciándole la cabeza. Pero, de repente, Timbal se escapó de su asiento y comenzó a saltar por la nave.

"¡Timbal! ¡Vuelve aquí!", llamó María, tratando de atraparlo. En su travesura, Timbal fue a presionar un extraño botón que estaba escondido. Un momento después, varios luces empezaron a parpadear y la nave comenzó a cambiar de rumbo.

"¡Oh, no! ¿A dónde vamos?", gritó Pablo, mientras intentaba ajustar el control.

La nave, guiada por Timbal, los llevó directamente a un campo de asteroides. Los enormes rocas voladoras parecían bailar a su alrededor. María estaba maravillada, pero también preocupada.

"Timbal, ¿puedes ayudarme a volver a la ruta?", pidió con una voz tierna, mientras el gato seguía explorando con curiosidad.

Entonces, de repente, la nave se acercó a un pequeño asteroide en forma de galleta.

"¡Pablo, mira eso!", exclamó María.

"¡Es maravilloso!", contestó el capitán, sorprendido. “Podríamos hacer una parada e investigar.”

El asteroide era cálido y destellante, cubierto de polvo brillante. Al aterrizar, María y Timbal bajaron de la nave.

"¡Wow! Este lugar es increíble. ¡Mira esas piedras!"

María comenzó a recoger algunos ejemplares sorprendentes cuando, de repente, escuchó un fuerte grito.

"¡Ayuda!", decía una pequeña criatura del asteroide, con forma de un pequeño alienígena que parecía tener un brillo dorado.

"¿Qué pasó?", le preguntó María.

"He perdido mi camino y no puedo volver a mi hogar", respondió el alienígena con voz temblorosa.

María miró a Timbal, quien la miraba con curiosidad.

"No te preocupes, vamos a ayudarte. ¿Cómo es tu hogar?"

El alienígena les mostró un mapa de estrellas.

"Es a través de la Nebulosa Espacial", explicó.

"¡Eso suena emocionante!", comentó Timbal maullando.

Así, los tres amigos se subieron a la Estrella Viajera y comenzaron una nueva aventura, navegando por la Nebulosa Espacial. Había colores brillantes y formas nunca vistas, como un arco iris en movimiento.

Cuando llegaron al hogar del pequeño alienígena, todos salieron de la nave y se despidieron.

"Gracias, amigos. Nunca olvidaremos su ayuda", dijo el alienígena sonriendo.

Con un corazón lleno de alegría, María y Timbal abordaron la nave nuevamente y, con el mapa, regresaron a la Tierra.

Al aterrizar, María miró a Timbal y sonrió.

"Esta fue la mejor aventura de nuestras vidas, ¿no, Timbal?"

"Miau" , respondió el gato con un brillo en sus ojos verdes, como si también hubiera disfrutado cada momento.

Desde ese día, María y Timbal no dejaron de contar su historia, inspirando a otros a ser valientes, ayudar a quienes lo necesitan y nunca dejar de explorar con curiosidad el universo que los rodea.

FIN.

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