Una Aventura Inesperada



Caperucita Roja se encontraba en su casa, acurrucada en la cama con fiebre. Su abuela, preocupada, entró en la habitación con un pañuelo entre las manos.

"Caperucita, querida, ¿cómo te sientes?", preguntó la abuela, acariciando su frente.

"Un poco mejor, pero creo que necesito algo para sentirme bien otra vez", respondió la niña, con voz suave.

La abuela decidió que era hora de salir a buscar remedios en el bosque. Sabía que allí crecía un yuyo que podría ayudar a su nieta a recuperarse rápidamente.

Al salir, la abuela se encontró con el Lobo, que la miraba con curiosidad.

"Hola, señora. ¿Qué hace por el bosque a estas horas?", preguntó el Lobo con una voz amistosa.

"Voy a buscar un remedio para Caperucita, está enferma", respondió la abuela.

El Lobo, decidido a ayudar, se acercó más.

"Déjame acompañarte. Conozco el bosque como la palma de mi mano y puedo encontrar el yuyo rápidamente."

"¡Qué buena idea, Lobo!", exclamó la abuela, sonriendo.

Ambos se adentraron en el bosque, hablando sobre las maravillas que allí se encontraban. Pero el camino no sería tan fácil, ya que el Lobo se topó con el Cazador, que estaba buscando a su próxima presa.

"¡Ah, Lobo! Te he estado buscando. Hoy tendrás que venir conmigo", dijo el Cazador con una sonrisa siniestra.

El Lobo sintió un escalofrío, pero no podía dejar que su amiga la abuela se asustara.

"¡No! No voy a ir a ningún lado. Estoy ayudando a la señora a encontrar un remedio", respondió, defendiendo su decisión.

El Cazador, sorprendido por la valentía del Lobo, se preparó para intentar atraparlo. Sin embargo, el movimiento de la abuela sorprendió a ambos.

"¡Basta! No vas a hacerle daño a mi amigo", dijo la abuela, con determinación en su voz, mientras levantaba su bastón.

El Cazador, al ver la astucia de la abuela, retrocedió un paso. Pero el Lobo no se había quedado quieto. En un giro inesperado, le habló al Cazador.

"Deberías dejarme ir, esta señora solo quiere encontrar un remedio para su nieta. La bondad es más fuerte que la fuerza bruta."

La abuela, sumándose a la conversación, agregó:

"Además, ¿no te gustaría ayudar a alguien en lugar de hacer daño? Todos merecemos un poco de compasión."

El Cazador se quedó pensando. Nunca había considerado que su propia fuerza podría ser utilizada para el bien. Entonces, se rió suavemente.

"Tal vez tengan razón. Hay más felicidad en ayudar que en cazar."

Y así, el Cazador decidió alejarse, dejando al Lobo y a la abuela seguir su camino.

Finalmente, llegaron al lugar donde crecía el yuyo. Al recogerlo, la abuela sonrió satisfecha.

"Gracias, Lobo. Sin tu ayuda, no lo hubiera encontrado tan rápido. Ahora vamos a llevar esto a Caperucita."

Al regresar a casa, la abuela preparó el remedio y se lo dio a su nieta. En poco tiempo, Caperucita se sintió mucho mejor y comenzó a jugar nuevamente.

"¡Gracias, abuela, y gracias también al Lobo!", dijo Caperucita, abrazando a ambos.

Y así, el Lobo, que solía ser considerado un peligro, se convirtió en un gran amigo. La bondad y la colaboración lograron unir a seres que, en un principio, parecían enemigos. Y en el corazón del bosque, se nacieron nuevas amistades basadas en la comprensión y el apoyo.

Desde entonces, siempre que Caperucita se enfermaba, su abuela le decía: "Recuerda, no hay problema que no se pueda resolver con buen corazón y un poco de ayuda de un buen amigo".

FIN.

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