Una Aventura por Venezuela



En una soleada mañana de primavera, Angel y Marianela estaban preparando sus mochilas llenas de alegría y amor. Eran el momento que habían estado esperando durante mucho tiempo: ¡el reencuentro familiar en Venezuela! Ya habían organizado todo para que sus hijos y nietos se unieran a esta emocionante aventura.

"¿Estás lista para ver a todos?", preguntó Angel entusiasmado.

"¡Sí! No puedo esperar para abrazar a mis hijos y mostrarles lo hermoso que es este país", respondió Marianela, sonriendo de oreja a oreja.

Una vez que todos llegaron al punto de encuentro en el aeropuerto, los abrazos y risas llenaron el lugar. Era un reencuentro que prometía ser inolvidable. Después de una cálida bienvenida, se subieron a una colorida camioneta que los llevaría a su primer destino: la playa de Chichiriviche.

Mientras viajaban, los niños miraban por la ventana, llenos de curiosidad.

"Mamá, ¿puedo tomar fotos de las montañas?", preguntó Juan, el más pequeño de los nietos.

"Claro, Juan. Vamos a coleccionar fotografías de cada lugar que visitemos", contestó su madre, emocionada.

Al llegar a la playa, la vista era impresionante. El agua cristalina y las arenas suaves les daban la bienvenida.

"¡Hagamos castillos de arena!", gritó María, la hermana de Juan, mientras corría hacia la orilla.

"¡Yo quiero ayudar!", exclamó Juan y corrió detrás de ella.

Todos se unieron a la diversión, y pronto, un gran castillo de arena tomó forma bajo el sol. En medio de risas y juegos, Marianela notó que algunos bañistas estaban dejando basura en la playa.

"Chicos, ¡miren! Es muy importante cuidar de nuestro planeta", dijo Marianela con seriedad.

"¿Cómo podemos ayudar?", preguntó Juan intrigado.

"Podemos recoger la basura y hacer que este lugar sea aún más hermoso", sugirió Angel.

Los niños se pusieron manos a la obra, recogiendo desechos y depositándolos en una bolsa. Cada vez que recogían algo, sentían que estaban haciendo una diferencia.

"¡Miren! ¡Ya llenamos esta bolsa!", dijo María mientras levantaba la bolsa llena de basura.

"¡Gran trabajo equipo!", celebró Marianela.

Al atardecer, el cielo se tiñó de naranja y rosa, y todos se sentaron en la arena para disfrutar de la vista.

"Este lugar es mágico", murmuró Juan.

"Sí, y nosotros fuimos parte de su magia cuidándola", agregó Angel.

Después de un par de días en la playa, el grupo se subió nuevamente a la camioneta para ir a la zona colonial de Coro. Allí exploraron las antiguas calles de adoquines, disfrutaron de la arquitectura colorida y aprendieron sobre la historia de su país.

"¿Sabían que aquí se hicieron muchas cosas importantes en el pasado?", preguntó Marianela mientras señalaba una vieja edificación.

"Sí, abuela. ¡Es como si estuviera en un cuento!", exclamó María con los ojos brillantes.

La aventura continuó en los hermosos parques de la montaña, donde fueron a hacer un emocionante recorrido por la naturaleza.

"¡Miren esos árboles! Son tan altos como edificios!", dijo Juan con asombro.

"Es increíble lo que podemos descubrir si cuidamos nuestro planeta y la naturaleza", reflexionó Angel.

Sin embargo, su aventura no estaba completa. Un día, mientras exploraban un río, escucharon un lamento.

"¡Eso suena como un gato!", señaló María. Buscando el sonido, encontraron a un pequeño gatito atrapado entre unas piedras.

"¡Pobrecito! ¿Qué hacemos?", preguntó Juan angustiado.

"Vamos a liberarlo, pero necesitamos hacerlo con mucho cuidado", dijo Marianela.

Con mucho cuidado, Angel y Marianela guiaron a sus nietos para quitar las piedras y liberar al gatito.

"¡Bien! ¡Está libre!", gritó Juan, y todos comenzaron a aplaudir cuando el gato salió corriendo.

"Hicimos otra buena acción. Cuidar a los demás también es importante", recordó Marianela.

Finalmente, llegó el momento de regresar a casa. Todos estaban cansados pero felices, llenos de recuerdos y lecciones aprendidas.

"Gracias, abuelos, por esta increíble aventura", dijo María mientras miraba por la ventana del vehículo.

"Sí, debemos volver a cuidar del planeta, de nuestros animales y de nuestra historia", añadió Juan.

"Y siempre juntos como familia", concluyó Angel con una sonrisa.

Así, el viaje a Venezuela no solo se convirtió en un reencuentro familiar, sino en una poderosa lección sobre la importancia de cuidar de nuestro entorno y valorar lo que tenemos. Desde aquel día, la familia seguía unida y comprometida con su misión de proteger la hermosa Venezuela.

FIN.

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