Una Carrera Inesperada



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de todos los colores, un astuto Zorro y una veloz Liebre. Siempre se habían admirado mutuamente: el Zorro por la rapidez de la Liebre y la Liebre por la inteligencia del Zorro. Pero un día, una nube de competencia se cernió sobre ellos cuando un grupo de animales del bosque decidió organizar una gran carrera.

Los animales estaban emocionados y comenzaron a hablar entre ellos.

"¡La Liebre es la más rápida! No tengo dudas de que va a ganar!" - dijo el Sapo, brincando de alegría.

"¡Espérenme! ¡El Zorro es muy astuto! ¡Podría sorprenderlos a todos!" - opinó la Tortuga, lenta pero sabia.

La Liebre, escuchando todos los rumores, se llenó de confianza.

"Oh, claro, lo lograré. Zorro, ¿te animás a competir conmigo?" - le preguntó la Liebre, riendo.

"Claro, ¡no hay problema! Aunque, ¿estás segura de que quieres enfréntame?" - contestó el Zorro, con una sonrisa pícara.

Y así, decidido el día de la carrera, se reunieron todos los animales del bosque. Había ardillas, pájaros, ciervos, y hasta un grupo de ratones que miraban con gran expectativa. La carrera comenzaría en la gran roca del claro, atravesaría el arroyo y acabaría en el gran árbol milenario.

Cuando el sol salió por el horizonte, los animales se alinearon para la partida.

"¡En sus marcas, listos, fuera!" - gritó el búho, que era el juez.

La Liebre salió disparada como un rayo, mientras el Zorro comenzaba su carrera con calma, mirando a su alrededor. Al ver que la Liebre ya casi había llegado al arroyo, el Zorro se dijo:

"¿Por qué no me tomo un momento para observar el paisaje?"

Así que se detuvo un instante para admirar la belleza del bosque. Por otro lado, la Liebre, confiada, comenzó a descansar bajo un árbol, pensando que tenía todo bajo control.

"No tengo por qué preocuparme. El Zorro no podrá alcanzarme" - se decía mientras cerraba los ojos por un momento.

Sin embargo, el Zorro, que no estaba conforme con simplemente observar, comenzó a acelerar su paso. Al llegar al arroyo, notó que la Liebre estaba durmiendo. Rápidamente, cruzó el arroyo, dejando una estela de salpicaduras.

Al ver la escena desde la orilla, sábana la Liebre se despertó de su sueño. Y al darse cuenta de que el Zorro estaba más cerca de lo que imaginaba, saltó velozmente hacia la meta.

"¡Oh no! ¡No puedo dejar que el Zorro me gané!" - gritó, mientras se lanzaba a toda velocidad.

La Liebre, desesperadamente, comenzó a correr pero ya era demasiado tarde. El Zorro, con un último esfuerzo, llegó primero a la meta.

"¡Sí! ¡He ganado!" - exclamó el Zorro, respirando con dificultad.

La Liebre, aún aturdida, se acercó.

"No puedo creerlo... He perdido. ¡Pero, Zorro! Lo hiciste muy bien y a pesar de que yo era la más rápida, tu estrategia fue mejor." - dijo la Liebre, algo decepcionada.

"Gracias, amiga. Pero no subestimes la importancia de la perseverancia y la observación. A veces, tomarse un momento para apreciar lo que nos rodea puede ser la clave para el éxito." - le respondió el Zorro con una sonrisa.

Desde aquel día, la Liebre y el Zorro se hicieron grandes amigos, practicando juntos y aprendiendo el valor de la honestidad, el trabajo en equipo y la importancia de disfrutar del camino, no solo de la meta.

Y así, en aquel bosque, todos los animales aprendieron que no siempre lo más rápido o astuto es lo que gana, sino que el esfuerzo y la colaboración son las verdaderas victorias.

FIN.

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