Una clase llena de aventuras
Había una vez en una escuela llamada La Alegría, donde los niños eran muy curiosos y siempre estaban ansiosos por aprender cosas nuevas. Un día, la maestra Marta les dijo a sus alumnos de siete años que su clase recibiría la visita de niños de diferentes países durante un mes. Todos se emocionaron con la noticia y empezaron a imaginar las increíbles aventuras que tendrían. -¡Vamos a conocer niños de otros países! -exclamó Lucía, una niña con rizos dorados. -Sí, va a ser genial -respondió Miguel, su amigo inseparable.
Pronto, llegaron los nuevos compañeros. Había Ali de Marruecos, Yuki de Japón, and Maria from Brazil. Todos los niños se miraban con curiosidad, tratando de entenderse a pesar de las diferencias de idioma y cultura. Marta les propuso aprender palabras en los diferentes idiomas, compartir sus comidas y aprender sobre las costumbres de cada país. -¿Cómo se dice hola en tu idioma? - preguntó Lucía a Yuki. -Se dice 'konnichiwa' -respondió Yuki con una sonrisa. Los días pasaron, y cada uno compartió sus tradiciones, juegos y comidas favoritas. Descubrieron que, a pesar de ser diferentes, tenían muchas cosas en común.
Un día, durante el recreo, Ali propuso construir un fuerte con palos y mantas. Todos se entusiasmaron con la idea y juntos empezaron a armarlo. De repente, escucharon un ruido en los arbustos. ¡Era un mapache travieso que se les acercó curioso! Marta les recordó que los mapaches son amigos de todos y que les gusta jugar. Decidieron invitarlo a su fuerte y el mapache aceptó encantado. Juntos jugaron por horas y el mapache se convirtió en su amigo.
A medida que pasaban los días, los niños aprendieron muchas cosas nuevas. Descubrieron que, aunque todos eran diferentes, podían convivir en armonía y aprender unos de otros. Llegó el día de despedirse, y todos estaban tristes. -¡Los vamos a extrañar! -dijo Miguel con un nudo en la garganta. -Siempre serán nuestros amigos -respondió Yuki con una sonrisa. Los niños se abrazaron y prometieron mantenerse en contacto.
Después de esa experiencia, los niños de La Alegría entendieron que la diversidad enriquece la vida y que siempre hay algo nuevo por conocer en cada persona. Seguirían siendo amigos del mapache, que había dejado una huella indeleble en sus corazones. Nunca olvidarían las aventuras y la amistad que habían vivido durante ese mes mágico en clase.
FIN.