Una Gran Amistad



En un viejo y polvoriento hogar, vivía un gato llamado Pipo. Pipo era un gato muy especial; no solo tenía un suave pelaje gris y ojos verdes brillantes, sino que también tenía un gran corazón. Su dueño, el Señor Malo, siempre le decía que debía cazar ratones, sin importar cómo se sintiera. Pero lo que Pipo más deseaba era encontrar la manera de ayudar a los ratones en lugar de hacerles daño.

Un día, mientras Pipo estiraba sus patitas y tomaba el sol, escuchó un pequeño murmullo detrás de la heladera. Era un ratón llamado Rato, que más bien parecía un poco perdido y asustado.

"¡Hola! No estoy aquí para hacerte daño", dijo Pipo con voz amable.

"¿De verdad? Los gatos siempre quieren cazarnos", respondió Rato temerosamente.

"No todos los gatos somos así. ¡Yo solo quiero ser tu amigo!", insistió Pipo.

En ese momento, el Señor Malo entró a la cocina y, al ver a Rato, rugió:

"¡Pipo! ¡Cázalo! ¡Cásalo ya! ¡Quiero un ratón para la cena!"

Pipo miró a Rato, que ahora se había encogido de miedo. La idea de hacerle daño a su nuevo amigo le rompió el corazón.

"Espera, Señor Malo," interrumpió Pipo titubeando, "¿y si, en vez de cazarlo, lo ayudamos a escapar? Podría enseñarnos sobre cómo vive y tal vez aprender algo útil de él."

El Señor Malo se rascó la cabeza, sorprendido por la respuesta de Pipo.

"¿Ayudarlo? ¿Eso nos llenará la panza?" preguntó, desconfiado.

"Puede que no, pero tal vez algo más importante... ¡una amistad!" dijo Pipo con convicción.

La idea de la amistad le pareció tan extraña al Señor Malo, pero algo en la mirada esperanzada de Pipo lo hizo considerar la propuesta. Así que decidió darle una oportunidad.

"Bueno, entonces, ¡a ver qué tienes que decir, ratón!" gruñó el Señor Malo.

Rato, aun temeroso, comenzó a relatar sus aventuras, cómo había viajado a través del granero, cómo había escabullido entre libros antiguos, y cómo encontraba siempre los mejores quesos en la casa.

"Este lugar es un laberinto de sorpresas y descubrimientos!", dijo Rato emocionado.

A medida que contaba sus historias, Pipo escuchaba fascinado y, por primera vez, el Señor Malo comenzó a sonreír.

"Quizás no sea tan malo tener un ratón como compañero...", reflexionó en voz alta el Señor Malo.

Pero el giro de la historia llegó cuando Rato reveló un secreto: ¡en el garaje había un viejo tambor que perteneció a un músico famoso!"Sólo necesito un poco de ayuda para alcanzarlo", dijo Rato.

"¡Podríamos hacer una banda!" exclamó Pipo. El Señor Malo, ahora intrigado, se sintió parte de una aventura.

Así, los tres, el gato, el ratón y el dueño poco a poco se unieron contra la idea de la enemistad. Lograron sacar el tambor y, con algunos objetos viejos, crearon instrumentos improvisados.

¡Comenzaron a tocar una melodía, y el hogar que antes era triste se llenó de risas y música!

Desde aquel día, el Gato Pipo, el Ratón Rato, y el Señor Malo, que ya no era tan malo, se convirtieron en una familia unida y feliz. Aprendieron que las diferencias pueden convertirse en amistades brillantes, siempre que haya una apertura para la comprensión y el amor.

Y mientras tocaban bajo la heladera, Pipo pensaba: "Tal vez el verdadero alimento que necesitamos no es el de la cena, sino el de la amistad".

FIN.

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