Una Historia de Amistad y Unicidad
Había una vez un pequeño color rojo llamado Rubén. Vivía en un mundo lleno de colores, pero siempre se sentía triste y solitario porque no conocía a nadie que fuera igual que él.
Un día, mientras Rubén paseaba por el jardín, vio algo muy emocionante: ¡un objeto rojo! Era una hermosa manzana roja que estaba colgando de un árbol. Rubén se acercó corriendo y exclamó: "¡Hola! Soy Rubén, el color rojo.
¿Y tú?"La manzana sonrió y respondió: "¡Mucho gusto, Rubén! Yo soy Rosita, una deliciosa manzana roja. Es genial conocer a alguien como yo". Rubén saltó de alegría y dijo: "¡Wow! Nunca pensé que encontraría a alguien tan especial como tú".
Desde ese momento, Rubén y Rosita se hicieron amigos inseparables. Juntos pasaban los días explorando el jardín en busca de más objetos rojos. Descubrieron flores rojas como la rosa Carmela y la tulipa Roquefortina.
También encontraron juguetes como el auto Rojito y la pelota Roquita. Cada nuevo objeto que conocían les llenaba de felicidad y emoción. Se daban cuenta de lo maravilloso que era tener cosas en común con otros objetos del mismo color.
Un día, mientras caminaban cerca del estanque, escucharon un ruido extraño proveniente del agua. Se asomaron para ver qué era y quedaron sorprendidos al descubrir a Roberto, un pez rojo brillante nadando felizmente.
Rubén y Rosita se acercaron al borde del estanque y saludaron al pez. Roberto les dijo: "¡Hola, amigos! Soy Roberto, el pez rojo.
¡Qué alegría encontrar a otros que compartan mi color!"Los tres amigos se emocionaron tanto por haberse encontrado que decidieron formar un club llamado "El Club de los Rojitos". Su objetivo era reunir a todos los objetos rojos del mundo para que pudieran conocerse y ser amigos. Viajaron por todo el jardín en busca de más objetos rojos.
Encontraron una bicicleta llamada Ramón, un sombrero llamado Renata y hasta una casa de pájaros pintada de rojo donde vivían Roberto y sus amigos plumíferos. El Club de los Rojitos creció rápidamente, atrayendo a más y más objetos rojos.
Juntos organizaron fiestas llenas de risas, juegos y mucha diversión. Rubén, Rosita y Roberto estaban felices porque habían encontrado su lugar en el mundo rodeados de otros como ellos.
Con el tiempo, Rubén se dio cuenta de algo importante: no importaba si eras diferente o único en tu color, siempre había alguien con quien podías conectar si buscabas lo suficiente. Y así fue como Rubén aprendió la valiosa lección de la amistad basada en intereses comunes.
Él ya no se sentía triste ni solitario porque sabía que tenía a sus amigos del Club de los Rojitos cerca. Desde aquel día, Rubén vivió feliz rodeado de objetos rojos que le recordaban lo especial que era su color.
Y cada vez que veía un nuevo objeto rojo, sonreía sabiendo que había encontrado a un nuevo amigo.
Y así, la historia de Rubén y el Club de los Rojitos se convirtió en una inspiración para todos los colores del mundo, enseñándoles que siempre hay alguien esperando para ser descubierto y amado por lo que son.
FIN.