una historia de coraje


Había una vez en el corazón de la selva un cocodrilo muy especial. A diferencia de todos los demás cocodrilos, a él no le gustaba nada el agua.

Se llamaba Coco y siempre se quedaba en la orilla del río viendo a los demás animales disfrutar del fresco y cristalino líquido. Un día, mientras observaba alegremente a un grupo de monos saltando de árbol en árbol, escuchó una risa contagiosa que lo hizo voltear.

Era Lila, una simpática nutria que se acercó curiosa a Coco. "¡Hola! ¿Por qué nunca te metes al agua como los demás cocodrilos?" -preguntó Lila con una sonrisa amigable. Coco suspiró y respondió con tristeza: "Es que...

simplemente no me gusta el agua. Me da miedo". Lila lo miró con ternura y le dijo: "No tienes por qué tener miedo, Coco. El agua es maravillosa y refrescante. Ven, te enseñaré lo divertido que puede ser".

A pesar de su temor, Coco decidió confiar en Lila y la siguió hasta la orilla del río. Con paciencia y alegría, la nutria le mostró cómo chapotear suavemente en el agua e incluso jugar a las carreras.

"¡Mira, Coco! ¡Es muy fácil! Solo tienes que relajarte y dejarte llevar", exclamó Lila emocionada. Poco a poco, Coco fue perdiendo el miedo gracias al apoyo de su nueva amiga.

Descubrió que el agua no era tan terrible como pensaba; al contrario, era refrescante y emocionante. Los días pasaron y Coco se convirtió en todo un experto nadando junto a Lila. Juntos exploraban cada rincón del río, compartiendo risas y aventuras inolvidables.

Un día caluroso de verano, mientras jugaban entre las plantas acuáticas, escucharon gritos desesperados provenientes de la otra orilla del río. Era León, quien había caído al agua sin saber nadar.

Sin dudarlo ni un segundo, Coco se lanzó velozmente hacia donde estaba León y lo ayudó a mantenerse a flote hasta que llegara ayuda. Gracias a su valentía y destreza aprendida junto a Lila, lograron salvar al pobre León. "¡Eres un héroe, Coco!" -exclamaron todos los animales reunidos en la orilla.

Desde ese día en adelante, Coco entendió que superar sus miedos le había permitido convertirse en alguien valiente y solidario. Nunca más volvió a temerle al agua ni dudar de sus propias capacidades.

Y así fue como el cocodrilo al que no le gustaba el agua descubrió que enfrentando sus temores podía alcanzar cosas increíbles e inspirar a otros con su ejemplo.

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