Una historia de fútbol y determinación
Había una vez un niño llamado Luis, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y hermosos. Desde muy pequeño, Luis soñaba con ser futbolista y jugar en el equipo de su ciudad.
Sin embargo, sus papás no estaban de acuerdo con esa idea. Ellos pensaban que el fútbol era solo un juego y que Luis debía enfocarse en los estudios para tener un futuro seguro.
Cada vez que Luis les pedía permiso para ir a entrenar al club de fútbol del pueblo, ellos se negaban rotundamente. Un día, Luis decidió que ya era suficiente.
Estaba cansado de quedarse mirando desde la ventana cómo sus amigos disfrutaban jugando al fútbol mientras él estaba encerrado en casa. Decidió desafiar a sus papás y demostrarles cuánto amaba ese deporte.
Una tarde soleada, cuando sus padres creían que estaba haciendo las tareas escolares, Luis se escapó por la ventana de su habitación y corrió hacia el campo de fútbol del pueblo. Allí se encontró con su amigo Juanito, quien también había desafiado a sus padres para poder jugar. - ¡Luis! ¡No puedo creerlo! ¿Tus papás te dejaron venir? - exclamó Juanito sorprendido.
- No exactamente, me escapé por la ventana - respondió Luis con una sonrisa traviesa. Los dos amigos comenzaron a entrenar juntos bajo la atenta mirada del viejo entrenador Don Ramón.
A medida que pasaban los días, su amor por el fútbol crecía más y más. Jugaban cada vez mejor y se divertían como nunca antes. Sin embargo, un día, mientras Luis y Juanito estaban entrenando, una tormenta repentina comenzó a azotar el pueblo.
El cielo se oscureció y los truenos resonaron en el campo de fútbol. Todos los niños corrieron a refugiarse en el vestuario, pero Luis no quería detenerse. - ¡Vamos Juanito! ¡Tenemos que seguir entrenando! - exclamó Luis emocionado.
Pero justo cuando iban a patear la pelota, un rayo cayó muy cerca de ellos. Ambos sintieron un escalofrío recorrerles la espalda y decidieron regresar al vestuario. Cuando llegaron allí, sus papás estaban esperándolos con rostros preocupados y angustiados.
Los abrazaron fuertemente y les dijeron cuánto los habían extrañado durante esos días. - Estamos felices de verte sano y salvo, hijo - dijo el papá de Luis con lágrimas en los ojos -.
Pero ¿por qué desobedeciste nuestras órdenes? Luis bajó la mirada avergonzado pero luego levantó la cabeza con determinación. - Papá, mamá... entiendo que ustedes quieren lo mejor para mí. Pero el fútbol es mi pasión. Me hace feliz y me motiva a ser mejor cada día.
Quiero demostrarles que puedo hacerlo bien en la escuela y también jugar al fútbol. Sus padres se miraron entre sí sorprendidos por las palabras de su hijo.
- Hijo, siempre hemos querido tu felicidad - dijo su mamá -, si realmente amas el fútbol, entonces te apoyaremos. A partir de ese día, los papás de Luis le permitieron jugar al fútbol y también lo ayudaron a encontrar un equilibrio entre sus estudios y su pasión.
Luis se esforzó en la escuela y logró sacar buenas notas mientras seguía entrenando duro para mejorar en el fútbol. Con el tiempo, Luis se convirtió en uno de los mejores jugadores del equipo de su ciudad.
Gracias al amor, el esfuerzo y el apoyo de sus padres, pudo cumplir su sueño de ser futbolista profesional. Y así, Luis demostró que con determinación y perseverancia se puede alcanzar cualquier meta.
Aprendió que desafiar a sus papás no era la solución, sino hablar con ellos y encontrar una manera de combinar sus sueños con las responsabilidades diarias. Desde aquel día, cada vez que Luis miraba hacia atrás recordaba cómo superó ese desafío familiar.
Y cada vez que estaba dentro del campo de juego, sabía que había encontrado la verdadera felicidad gracias al amor incondicional y al apoyo de sus papás.
FIN.