Una historia de valentía y diversidad



Había una vez un niño llamado Celestio, que venía de las lejanas estrellas y aterrizó en la bulliciosa Ciudad de Buenos Aires.

Celestio tenía 7 años y su piel relucía como el oro, sus ojos brillaban como las constelaciones y su cabello era plateado como la luna. Pero a pesar de su origen cósmico, su familia aristocrática lo criaba de manera rígida y convencional, esperando que se adaptara a las costumbres terrenales.

En la escuela, no era diferente, ya que su singularidad lo hacía blanco de burlas y maltratos por parte de sus compañeros. -“¡Mira al niño estelar, piensa que es mejor que nosotros! ”, se burlaban los otros niños.

Pero Celestio, en lugar de entristecerse, decidió que demostraría su valor y encontraría su lugar en este planeta. Un día, con sus brillantes ojos llenos de determinación, le preguntó a su abuela estelar cómo mostraría su verdadera luz.

Ella le dijo que el poder de la amistad y la valentía podían iluminar el camino más oscuro. Así que Celestio decidió acercarse a un grupo de niños en la escuela y mostrarles su verdadera esencia.

Les habló de las maravillas del cosmos, compartió historias de planetas lejanos y les enseñó cómo ver las estrellas en pleno día. Pronto, los niños descubrieron que la diferencia de Celestio era lo que lo hacía especial. Juntos, exploraron la diversidad y celebraron las peculiaridades de cada uno.

Las burlas cesaron, dando paso a la admiración y el respeto. A medida que Crescendo demostraba su valía, su luz única se expandió por todo el patio de la escuela. Incluso los maestros se maravillaron con su conocimiento estelar y lo alentaron a compartirlo con todos.

A través de su valentía y su deseo de encontrar su lugar en este nuevo mundo, Celestio comprendió que no importa de dónde provengas ni cómo luzcas, sino lo que llevas dentro y cómo compartes tu luz con los demás.

Y así, el niño estelar iluminó la Ciudad de Buenos Aires con su brillo único, enseñando a todos que la diversidad es lo que hace que el mundo sea verdaderamente maravilloso.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!