Una historia sobre la educación decolonial


En una tierra lejana, tres pensadores latinoamericanos, Tita, Martín y Carla, se reunieron para discutir el pasado y el presente del pensamiento pedagógico. Tita, con su larga melena rizada y su sabiduría ancestral, hablaba apasionadamente sobre los antecedentes del pensamiento pedagógico en América Latina. Martín, con su mirada aguda y sus libros empolvados, aportaba reflexiones sobre las pedagogías emergentes en la educación contemporánea. Y Carla, con su espíritu rebelde y su compromiso con la justicia social, defendía la importancia de las pedagogías decoloniales en la actualidad.

Un día, mientras debatían apasionadamente en la plaza del pueblo, un personaje misterioso llamado Don Dinero apareció. Don Dinero era un hombre alto, vestido con traje y corbata, y llevaba una maleta llena de billetes. Al ver a los pensadores, les propuso un desafío: una guerra de bienes. Les dijo que el ganador de la guerra se llevaría su fortuna, pero con una condición: debían demostrar cuál era el mejor enfoque educativo para transformar la sociedad.

Tita, Martín y Carla aceptaron el desafío, convencidos de que su enfoque pedagógico era el más poderoso. La guerra de bienes comenzó, y los tres pensadores se sumergieron en un frenesí de actividades para demostrar la valía de sus ideas.

Tita organizó talleres donde niños y niñas aprendían del legado cultural de sus ancestros a través de la música, la danza y el arte indígena. Martín creó una escuela al aire libre, donde los alumnos exploraban la naturaleza, construían sus propios utensilios y aprendían matemáticas y ciencias de forma vivencial. Mientras tanto, Carla inició un movimiento de concientización sobre la historia colonial y la lucha por la justicia social, convocando a marchas, charlas y actividades comunitarias.

La guerra de bienes alcanzó su punto álgido cuando cada enfoque pedagógico comenzó a mostrar frutos. Los niños y niñas de Tita se sentían orgullosos de su identidad cultural y mostraban una confianza renovada. Los alumnos de Martín se convertían en exploradores intrépidos, curiosos y conectados con la tierra. Y los seguidores de Carla eran jóvenes comprometidos con la transformación social, dispuestos a levantar su voz por un mundo más justo.

Finalmente, Don Dinero regresó para presenciar los resultados y tomar su decisión. Después de analizar detenidamente cada enfoque, anunció que no podía entregar su fortuna a un solo pensador, ya que cada enfoque educativo tenía su propia riqueza y poder transformador. Sorprendidos, Tita, Martín y Carla se miraron entre sí, y en un gesto de complicidad y alegría, decidieron unir sus fuerzas para crear una nueva escuela que integrara las enseñanzas de los tres enfoques pedagógicos.

Así nació la Escuela de la Tierra Mestiza, donde se celebraba la diversidad cultural, se aprendía en conexión con la naturaleza y se luchaba por la justicia social. Tita, Martín y Carla comprendieron que, más allá de las diferencias, su objetivo común era sembrar semillas de transformación en los corazones de las futuras generaciones.

Y así, la guerra de bienes se convirtió en un canto a la cooperación, la diversidad y la esperanza en la educación decolonial.

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