Una lección de amistad



Era un día soleado en el bosque, y todos los animales disfrutaban del calorcito de la primavera. Sin embargo, en un rincón oscuro del bosque, un lobo hambriento rondaba buscando algo para comer. Sus ojos brillaban al ver una sombra que saltaba entre los arbustos.

"¡Un conejo!", pensó el lobo, imaginándose un festín delicioso. Sin embargo, no sabía que el destino le tenía preparada una trampa.

Cuando el lobo se lanzó hacia el conejo, no vio la trampa que los hombres habían dejado. De repente, un fuerte chasquido resonó en el aire y el lobo quedó atrapado por una trampa que le aprisionó una pata.

"¡Ayuda! ¡Ayuda!", empezó a llorar el lobo, dándose cuenta de que su intento de cazar al conejo le había traído solo problemas. "No puedo salir… ¡socorro!"

El conejo, que en ese momento había estado saltando cerca, se asustó al escuchar el lamento del lobo. Con temor, se acercó para ver qué ocurría. Al verlo atrapado, sintió un nudo en el estómago. Sabía que el lobo era un depredador, pero también podía ver que estaba herido y asustado.

"¿P-pero, por qué debería ayudarte?", preguntó el conejo temblando.

"Porque… porque he cometido un gran error", respondió el lobo, llorando. "Solo quería una cena, pero ahora estoy atrapado y me duele mucho. No soy un monstruo, solo tengo hambre."

El conejo, aunque dudoso, comprendió que el lobo estaba en apuros. Decidió acercarse un poco más.

"Yo no quiero que te pase nada malo; tal vez podríamos encontrar una solución. Si te ayudo a salir de la trampa, prometeme que nunca más intentarás comerme."

El lobo, entre lágrimas, asintió con la cabeza.

"Lo prometo, no volveré a pensar en cenarte. Solo quiero salir de aquí."

El conejo, armándose de valor, buscó unas ramas y empezó a tratar de liberar la pata del lobo. Mientras lo hacía, comenzó a dialogar con el lobo.

"¿Por qué querías comerme? No todos los animales son tus enemigos, ¿sabías? Hay mucha comida en el bosque, frutas y bayas."

"Nunca he pensado en eso. Siempre he sido un lobo, y los lobos tienen que comer", respondió el lobo, sintiendo la compasión del conejo.

"Pero hay que ser sabio en cómo conseguir comida. Tal vez deberías aprender a encontrar otras cosas que comer, algo que no te haga daño a ti ni a otros."

El lobo se sintió un poco avergonzado, pero estaba agradecido de tener esa conversación, y por primera vez en su vida, comenzó a ver el bosque como un lugar lleno de posibilidades y no solo como un lugar donde cazar.

Después de unos minutos de esfuerzo, el conejo finalmente logró liberar al lobo de la trampa. Este se levantó, estiró su pata dolorida y miró al conejo con gratitud.

"Gracias, amigo. No sé cómo devolverte este favor. Nunca pensé que un conejito fuera tan valiente y comprensivo."

"Solo recuerda tu promesa", dijo el conejo con una sonrisa.

Desde ese día, el lobo y el conejo comenzaron a establecer una amistad inesperada. Aunque al principio fue curioso, pronto el lobo aprendió a encontrar bayas y otras comidas que, aunque no eran tan sabrosas como un conejo, le daban mucha energía.

El bosque se llenó de nuevas risas y amigos, y el lobo dejó de ser visto solo como un depredador. Los demás animales vieron el cambio, y en vez de temerle, comenzaron a confiar en él.

"La amistad y la bondad pueden hacer maravillas", decía el conejo a los demás animales, mientras el lobo lo acompañaba en sus aventuras por el bosque.

Y así, el lobo que una vez intentó cazar un conejo, terminó aprendiendo una lección valiosa sobre la amistad y el respeto, encontrando un nuevo camino donde antes solo había deseo.

Y en ese bosque, el lobo se convirtió en un guardián, protegiendo a todos los animales, sin olvidar nunca al pequeño conejo que le enseñó que hay formas más bellas de llenar el estómago: con amistad y armonía.

FIN.

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