Una Lección de Amistad
Había una vez en la vasta selva de la India un tigre llamado Tito. Tito era fuerte y ágil, pero había algo que lo inquietaba: su gran deseo de ser como Leo, el rey de la selva. Leo era un león imponente, con una melena dorada que brillaba al sol y una voz profunda que resonaba por todo el lugar.
Los animales de la selva admiraban a Leo y, en vez de sentirse especiales, Tito no podía evitar compararse con él. Un día, mientras caminaba por la selva, vio a Leo rodeado de otros animales, recibiendo halagos por su valentía y su majestuosidad.
- “¡Qué hermoso que es el rey! ¡Me gustaría ser fuerte y valiente como él! ” - pensó Tito, sintiendo que su corazón se llenaba de envidia.
Bajo la sombra de un gran árbol, Tito decidió que tenía que demostrarle a todos que él también podía ser excepcional. Pero en su afán de superarlo, comenzó a intentar imitar a Leo. Cada día, practicaba su rugido, lo que le salió más como un maullido en proceso.
- “Mirá cómo rugo, soy casi un león! ”, exclamó Tito un día, mientras los animales de la selva se reían entre ellos.
Frustrado, se adentró más en la selva en busca de alguna aventura que le diera la oportunidad de mostrarse tan valiente como Leo. Un día escuchó un grito desgarrador. Era una pequeña cebra llamada Ciri, atrapada en un arbusto espinoso.
- “¡Ayuda, por favor! ¡No puedo salir! ” - lloraba Ciri.
Tito rápidamente corrió hacia ella, pero en su intento por usar sus garras afiladas comenzó a rasguñar sin querer e hizo más mal que bien.
- “Ciri, no te preocupes, voy a salvarte! ” - decía tratando de actuar como un superhéroe. Pero se dio cuenta de que eso no estaba funcionando.
Entonces, llegó Leo. Con calma y serenidad se acercó a la pequeña cebra.
- “No te preocupes, amiga, yo te ayudaré”, dijo Leo con su voz profunda. Con un simple movimiento de su pata, logró desengacharla del arbusto, liberando a Ciri.
- “¡Gracias, Leo, eres el mejor! ” - exclamó la cebra, llena de gratitud. Tito quedó mirando en silencio, sintiéndose aún más pequeño.
Esa noche, mientras observaba las estrellas, Tito se preguntó si siempre tendría que vivir a la sombra de Leo. Creyó que nunca sería digno de ser un rey, ya que su rugido no sonaba como el de él. Sin embargo, una luciérnaga que pasaba le dijo:
- “Tito, no tienes que ser como Leo. Eres un tigre, y tienes tus propias habilidades únicas. La selva también necesita tu fortaleza y astucia.”
Tito se quedó pensando en eso, y al día siguiente decidió ser él mismo. Ya no intentaría rugir como Leo, en su lugar, comenzó a mostrar su agilidad y astucia ayudando a los animales de la selva. Les enseñaba a trepar y a saltar entre los árboles, y poco a poco comenzó a ganar su respeto.
Un tiempo después, Leo se acercó a Tito y le dijo:
- “He notado que has hecho mucho por los demás. Estás mostrando un valor verdadero, y no necesitas ser un león para eso.”
Tito sonrió, ya no dudaba de sí mismo.
- “Gracias, Leo. Te admiro mucho, pero he aprendido que cada uno tiene su fortaleza. Yo soy un tigre y eso está bien.”
Desde ese día, Tito y Leo se convirtieron en grandes amigos, cada uno respetando las habilidades del otro. Tito encontró su lugar en la selva, y aprendió que a pesar de las diferencias, la amistad puede brillar con más fuerza cuando se aceptan tal como uno es.
Y así, el tigre y el león demostraron que la verdadera valía no está en ser el rey, sino en ser uno mismo y ayudar a los demás a descubrir su propio valor. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.