Una lección de amistad


El gato Tomy era un animal muy curioso y juguetón. Todos los días salía a jugar con su preciada pelota por el vecindario. Tomy tenía un amigo muy especial, el perro Mike, con quien compartía divertidas aventuras. Un día, mientras jugaba con su pelota, Tomy cometió un error y la pateó tan fuerte que se coló en el jardín de su vecino, donde vivía el temible perro malhumorado. Tomy estaba preocupado, pero sabía que debía recuperar su pelota.

Tomy se acercó a la cerca y vio al perro Mike, quien notó su preocupación y se acercó con curiosidad. "¿Qué pasa, Tomy? Pareces preocupado", preguntó Mike con voz amigable. "Mi pelota se ha colado en el jardín del vecino, y tengo miedo de ir a buscarla. Dicen que su perro es muy gruñón", respondió Tomy con tristeza. "No te preocupes, amigo. Iré contigo para que juntos recuperemos tu pelota. No dejaremos que el miedo nos detenga", dijo Mike con determinación.

Con valentía, Tomy y Mike entraron al jardín del vecino, donde se encontraron con el temido perro malhumorado. "Lo siento, señor vecino. La pelota de mi amigo Tomy cayó aquí, y venimos a recuperarla", dijo Mike con respeto. Para sorpresa de Tomy, el perro malhumorado no era tan fiero como todos decían. De hecho, era amable y comprensivo. Con una sonrisa en el rostro, el perro les devolvió la pelota y les dijo: "Gracias por pedirla con respeto. Aquí la tienen, y siento si mi apariencia les asustó. Todos merecemos una segunda oportunidad para demostrar quiénes somos realmente".

Tomy y Mike regresaron a casa con la pelota en sus patas y una valiosa lección en sus corazones. A veces, las apariencias pueden engañarnos, pero la amistad y el respeto siempre abren puertas. Desde ese día, Tomy y Mike visitaban al perro malhumorado regularmente, y juntos compartían juegos y risas. La amistad no conoce de barreras ni prejuicios, y así lo demostraron estos inseparables amigos.

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