Una lección de amor


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una familia muy especial compuesta por mamá Marta, papá Juan y sus dos hijos, Sofía y Tomás. Todos los días compartían momentos juntos llenos de amor y alegría.

Un día, mientras estaban desayunando, papá Juan propuso hacer una excursión al bosque para explorar y disfrutar de la naturaleza. Los ojos de Sofía y Tomás se iluminaron de emoción ante la idea.

"¡Sí! ¡Qué buena idea, papá!", exclamó Sofía emocionada. "¡Será genial! Podremos ver animales y jugar al aire libre", agregó Tomás con entusiasmo. Así que prepararon unas mochilas con agua, frutas y algo para picar, y partieron rumbo al bosque.

Mientras caminaban entre los árboles altos y el canto de los pájaros, mamá Marta les enseñaba sobre las plantas y animales que veían a su paso.

"¿Sabían que este árbol se llama ceibo? Es la flor nacional de Argentina", les dijo señalando hacia un hermoso ejemplar con flores rojas brillantes. Los niños escuchaban atentamente cada palabra de su mamá, maravillados por todo lo que aprendían. De repente, escucharon un ruido extraño detrás de unos arbustos.

Con cuidado se acercaron y descubrieron a un cachorro perdido llorando. "¡Pobrecito! Debe estar asustado", dijo Sofía con ternura mientras acariciaba al cachorro. "Creo que está lastimado en una pata. Debemos llevarlo a casa para curarlo", sugirió Tomás preocupado por el pequeño animalito.

Decidieron envolver al cachorro en una manta dentro de la mochila e iniciar el regreso a casa.

Durante el camino, trabajaron en equipo para cuidar del cachorro: Sofía lo sostenía con delicadeza mientras Tomás buscaba ramas para armarle una camita improvisada dentro de la mochila. Al llegar a casa, le dieron agua y comida al cachorro herido. Mamá Marta revisó su patita lastimada y le colocó un vendaje limpio.

Los niños lo mimaron con cariño hasta que finalmente logró dormirse plácidamente sintiéndose seguro en brazos de aquella familia amorosa. Con el correr de los días, el cachorro se recuperó gracias a los cuidados dedicados de todos en la familia. Lo bautizaron como —"Pelusa"  por su pelaje blanco esponjoso.

Pelusa se convirtió en parte importante del hogar junto a Sofía, Tomás, mamá Marta y papá Juan; compartiendo risas, juegos y travesuras inolvidables.

A medida que pasaba el tiempo, los niños aprendieron grandes lecciones sobre responsabilidad cuidando a Pelusa: alimentarlo adecuadamente, sacarlo a pasear todos los días y brindarle mucho amor incondicionalmente demostrándole así cómo la familia puede crecer unida enfrentando desafíos juntos.

Y así fue como esta aventura en el bosque no solo les permitió conocer más sobre la naturaleza sino también fortaleció los vínculos familiares haciéndolos crecer como individuos solidarios y compasivos hacia aquellos que necesitan ayuda.

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