Una lección de amor y pérdida



Había una vez una abuela muy amorosa y divertida llamada Ana. A ella le encantaba pasar tiempo con sus cuatro nietas: Zoe, Valen, Bianca y Juana.

Cada una de ellas tenía su propia personalidad y juntas formaban un grupo muy especial. Un día, mientras jugaban en el parque, las chicas se encontraron con un perrito callejero que parecía perdido. Zoe sugirió llevarlo a casa de la abuela para cuidarlo hasta encontrar a su dueño.

La abu aceptó encantada y todas se pusieron manos a la obra para hacerle un lugar cómodo al nuevo integrante de la familia. "¿Cómo lo vamos a llamar?"- preguntó Bianca. "¡Rocky!"- gritó Juana emocionada.

Y así fue como bautizaron al pequeño cachorro. Durante los días siguientes, las chicas se dedicaron por completo a cuidar de él dándole comida, agua y mucho amor. Rocky estaba muy feliz en su nueva casa rodeado de tanto cariño.

Sin embargo, un día llegó una noticia triste: el dueño del perro había sido encontrado y debían devolverlo. Las niñas estaban desconsoladas porque no querían separarse de Rocky pero sabían que era lo correcto.

La abuela les explicó que aunque era difícil dejar ir algo o alguien que amamos, siempre hay momentos en los que debemos hacerlo por el bienestar propio o ajeno. Además les recordó lo importante que es aprender a ser responsables y comprometidos cuando tomamos decisiones importantes.

Las niñas entendieron el mensaje de la abuela y decidieron disfrutar cada momento que quedaba junto a Rocky antes de despedirse. Jugaron con él, lo abrazaron y le dieron todo el amor que pudieron.

Y cuando llegó el momento de partir, las chicas se despidieron con lágrimas en los ojos pero también con la satisfacción de haber hecho algo bueno por alguien más.

A partir de ese día, las niñas aprendieron una valiosa lección: que aunque a veces hay situaciones difíciles y dolorosas, siempre podemos encontrar una forma positiva de enfrentarlas. Con la ayuda y apoyo de nuestros seres queridos, podemos superar cualquier obstáculo.

Y así, Zoe Valen Bianca y Juana siguieron creciendo juntas junto a su abuela Ana, compartiendo aventuras y aprendizajes inolvidables.

FIN.

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