Una Lección de Tolerancia
Era una mañana soleada en el Jardín de la Alegría, un lugar donde muchos niños jugaban juntos. Entre ellos estaban Sofía, una niña de cabello rizado que amaba el arte; Mateo, un niño al que le encantaba el fútbol; y Lucas, un apasionado de los libros.
Una tarde, mientras jugueteaban, decidieron hacer una competencia de talentos.
"¡Voy a mostrarles mis mejores trucos de fútbol!" - dijo Mateo con entusiasmo.
"¡Eso suena genial! Pero yo quiero pintar un mural en la pared del jardín" - agregó Sofía.
"A mí me gustaría contar una historia de aventuras" - comentó Lucas.
Los tres amigos estaban emocionados, pero a medida que fue pasando el tiempo, comenzaron a discutir sobre qué era más divertido.
"El fútbol es el mejor deporte, ¡no hay nada más emocionante!" - exclamó Mateo.
"No, el arte es lo más maravilloso. Puedes expresar tus sentimientos con colores" - respondió Sofía.
"Pero las historias pueden llevarte a otros mundos. ¡Es como viajar sin moverte de tu lugar!" - insistió Lucas.
La discusión se intensificó y, en un momento de frustración, Mateo dijo:
"¡Siempre hay algo que va a ganar! Nunca podemos ponernos de acuerdo."
Sofía, sintiéndose herida, contestó:
"¿Por qué no pueden valorar lo que hago? El arte me hace feliz, ¿no debería importar?"
Lucas, al ver a sus amigos molestos, trató de calmar las cosas.
"Chicos, estamos olvidando lo más importante, ¡somos amigos! Y deberíamos apoyarnos, no competir entre nosotros."
Ambos amigos se callaron y comenzaron a reflexionar sobre las palabras de Lucas. ¿Por qué no podían disfrutar de las diferentes pasiones de cada uno?
Al día siguiente, decidieron presentar sus talentos de una manera diferente. En lugar de competir, organizaron un evento donde cada uno pudiera compartir lo que más le gustaba. Mateo mostró sus trucos de fútbol, mientras Sofía pintaba al aire libre y Lucas contaba su emocionante historia.
Los niños del jardín se reunieron para disfrutar de todo lo que sus amigos ofrecían. Al principio, algunos se sintieron tentados a elegir un favorito, pero al final todos aplaudieron cada presentación.
"¡Es increíble lo que pueden hacer!" - gritó un niño del grupo.
"¡Yo quiero aprender a hacer esos trucos de fútbol!" - dijo otro, mirando a Mateo.
"Y me encantaría pintar algo junto a Sofía" - agregó una niña tímida que siempre traía un cuaderno de dibujos.
Así, cada talento fue valorado y celebrado. Al final del día, Sofía, Mateo y Lucas se dieron cuenta de que cada uno de sus pasatiempos tenía un lugar especial en el corazón de sus amigos.
"Me encanta cómo todos pueden encontrar alegría en cosas tan diferentes" - dijo Mateo.
"Sí, juntos somos un equipo increíble" - añadió Sofía.
"Y lo importante es que nos apoyemos, siempre. Eso es lo que hace que nuestra amistad sea especial" - finalizó Lucas.
Desde ese día, los tres amigos aprendieron a ser tolerantes con los gustos y pasiones de cada uno, descubriendo que la diversidad los enriquecía y los hacía más fuertes. Y así, el Jardín de la Alegría se convirtió en un lugar donde la tolerancia florecía como nunca antes, cada día lleno de color, fútbol y cuentos mágicos.
Y así, todos los niños del jardín aprendieron que cada uno tiene su propia chispa especial, y que aceptar y valorar las diferencias es lo que realmente hace una amistad más fuerte.
FIN.