Una lección en el jardín
En el colorido jardín de la escuela Alborada, en pleno corazón de Buenos Aires, vivían las más maravillosas flores, árboles frondosos y un sinfín de animalitos que alegraban el ambiente. En este hermoso lugar, también se encontraba la alegre aula de primer grado, donde la Seño Lola enseñaba a sus queridos alumnos sobre la importancia del respeto.
Una mañana soleada, la Seño Lola notó que sus alumnos, entre ellos Matías y Valentina, no estaban respetando las normas del aula y del jardín. Salían corriendo, hablaban en voz alta y no cuidaban los materiales. Esto entristecía mucho a la Seño Lola, quien decidió buscar a la sabia Lechuza Sabia para pedirle consejo.
"Lechuza Sabia, necesito tu ayuda. Mis alumnos no están respetando las normas y no sé cómo enseñarles la importancia de hacerlo", dijo la Seño Lola con tristeza. La Lechuza Sabia, con su serena voz, le respondió: "Querida Lola, el respeto es como una semilla que debe ser sembrada con amor y paciencia. Quizás necesiten aprender esta lección de una manera diferente".
Con el consejo de la Lechuza Sabia en su corazón, la Seño Lola regresó al aula y les contó a sus alumnos sobre un desafío especial. Cada uno debía buscar en el jardín una flor marchita y cuidar de ella con cariño, regándola y protegiéndola, hasta que volviera a florecer. Los niños aceptaron el desafío con entusiasmo y se dispersaron por el jardín. Matías y Valentina, con sus amigos, encontraron una pequeña flor morada que parecía necesitar mucho amor. Juntos, decidieron cuidarla y regarla todos los días.
Días después, la flor comenzó a recuperarse y, para sorpresa de todos, floreció en una hermosa flor violeta. La emoción invadió a los niños al ver el resultado de su esfuerzo y cuidado. La Seño Lola aprovechó este momento para explicarles: "Así como cuidaron y respetaron a esta flor, también debemos cuidar y respetar las normas del aula y del jardín, así como a nuestros compañeros y a nosotros mismos". Los niños asintieron con entendimiento. Desde entonces, Matías, Valentina y todos sus compañeros de primer grado aprendieron a valorar el respeto, sembrando en sus corazones la semilla del cariño y la responsabilidad.
El jardín de la escuela Alborada seguía siendo un lugar lleno de vida, color y alegría, donde cada flor, árbol y animalito sabía que el respeto y el amor eran los cuidados que les harían crecer fuertes y felices.
FIN.