Una lección mágica



Era una tarde brillante cuando Margarita, una niña llena de curiosidad, encontró un viejo armario en el desván de su abuela. Con un impulso, abrió las puertas y, para su sorpresa, se encontró en un lugar increíble: el Pueblito Armonía. Inmediatamente, fue recibida por un conejo parlante llamado Tobi.

"¡Hola, visitante! Soy Tobi, el guardián del Pueblito Armonía. ¡Bienvenida!" - dijo el conejo con una gran sonrisa.

"Gracias, Tobi. Este lugar es hermoso. ¿Qué hacen aquí los animales y las hadas?" - preguntó Margarita, sus ojos brillando de emoción.

"Aquí todos vivimos juntos, pero no siempre en paz. A veces, los duendes y nosotros no estamos de acuerdo sobre cómo organizar la fiesta de primavera. La falta de respeto y tolerancia nos ha traído problemas, y hoy vamos a ver lo que sucede," - explicó Tobi.

Margarita decidió ayudar. Junto a Tobi, se acercó a donde los duendes estaban discutiendo sobre la decoración de la celebración.

"¿Por qué están tan alterados?" - preguntó Margarita.

"¡Nosotros queremos tener flores azules!" - gritó un duende pequeño llamado Dimi.

"¡Pero las flores amarillas son las más bellas!" - replicó Erni, otro duende.

Margarita pensó por un momento y dijo:

"¿Qué pasaría si combinamos ambas? Unas se llaman la atención y las otras son clásicas. Podrían complementarse."

Los duendes se miraron unos a otros, sorprendidos.

"No habíamos pensado en eso..." - admitió Dimi.

"¡Sí!" - añadió Erni. "Podemos hacer un arco de flores azules y amarillas. Así todos estarán felices."

Motivados por la idea de Margarita, los duendes decidieron trabajar juntos. En medio de risas y alguna que otra travesura, comenzaron a recolectar las flores. En poco tiempo tenían un impresionante arco que adornaba el camino hacia la fiesta.

Mientras tanto, Margarita y Tobi pasaron a investigar lo que sucedía entre los animales. Un grupo de ardillas y pájaros también discutía sobre un tema delicado.

"¿Por qué no podemos decidir juntos qué comida traer para la fiesta?" - se quejaba una ardilla llamada Lila.

"¡Porque siempre eligen sus nueces y yo quiero semillas!" - protestó un pájaro enfadado.

Margarita se acercó para intentar mediar.

"Tal vez podríamos hacer un buffet. Cada uno puede traer su comida favorita y habrá un poco para todos. Así también pueden conocer otros sabores."

El grupo se miró asombrado nuevamente.

"¡Eso suena genial!" - dijo una ardilla entusiasmada.

"Sí, se trata de compartir. ¡Vamos a hacerlo!" -animó una paloma.

Mientras estaban ocupados organizando todo, Margarita se dio cuenta de que había un duende que no se sumaba a la alegría.

"¿Por qué estás tan solo?" - le preguntó a un duende de orejas largas que estaba apartado.

"A nadie le gusta mi idea de hacer la fiesta de música clásica. Prefiere música moderna y me siento fuera de lugar," - respondió con tristeza.

Margarita pensó rápido y, en lugar de ignorarlo, lo invitó a hablar con los demás.

"¿Qué tal si haces una presentación? A todos les gustaría escuchar lo que proponés. Siempre es divertido aprender cosas nuevas."

Al principio, el duende dudó. Pero luego, con la ayuda de Margarita, se animó a compartir su música con todos.

Durante la fiesta, cada grupo presentó lo que había preparado. Las ardillas y los pájaros disfrutaron de un banquete colorido, y todos bailaron al ritmo de la música clásica del duende. Poco a poco, la armonía se fue tejiendo entre todos los habitantes del Pueblito Armonía, y Margarita sonrió viendo cómo la cooperación transformó la fiesta.

Cuando la celebración terminó y las luces comenzaron a apagarse, Tobi se acercó a Margarita.

"¡Lo lograste! Has ayudado a crear un espacio donde todos pueden participar y disfrutar. Esa es la verdadera magia de la empatía y el respeto."

Margarita, feliz de su experiencia, tomó la decisión de regresar al armario. Sabía que siempre llevaría consigo la valiosa lección de que honrar las diferencias y trabajar juntos podía hacer del mundo un lugar mejor.

"Hasta la próxima, Tobi," - dijo mientras se despedía. "Siempre recordaré cómo se siente estar en armonía."

Y así, Margarita salió del armario, sabiendo que en su corazón había un trocito del Pueblito Armonía y la sabia lección de convivencia que allí había aprendido.

FIN.

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