Una mágica Navidad familiar



Era una noche fría de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Las luces brillaban en cada casa y los árboles estaban adornados con esferas de colores. La familia González estaba emocionada porque era la víspera de Navidad y todos se reunían para celebrar juntos.

En la casa de los González, la pequeña Clara, de siete años, estaba ayudando a su abuela a preparar las galletas de jengibre. Ella miraba por la ventana y soñaba con una Navidad mágica.

"Abuela, ¿tú crees que esta Navidad será especial?"

"Claro que sí, Clara. Siempre que estamos juntos, se vuelve mágica" respondió la abuela con una cálida sonrisa.

Esa noche, mientras la familia cenaba, Clara escuchó un ruido extraño proveniente del patio trasero. Intrigada, decidió investigar.

"¡Mamá, papá! ¡Voy a ver qué es eso!"

"Ten cuidado, Clara, no te alejes demasiado" advirtió su madre.

Clara abrió la puerta del patio y se encontró con una escena sorprendente: un grupo de pequeños duendes estaba preparando decoración navideña con nieve que parecía de azúcar. Los duendes se dieron cuenta de que Clara los estaba mirando.

"¡Hola! ¡Soy Finn! Ven, ven, ven, necesitamos tu ayuda para hacer esto aún más especial!" dijo el duende más pequeño.

"¿Quiénes son ustedes?" preguntó Clara, asombrada.

"Somos los duendes de la Navidad. Pero hoy estamos un poco perdidos. Nuestro trineo se ha descompuesto y no podemos entregar los regalos a los niños de todo el mundo sin tu ayuda. ¿Te gustaría ayudarme?"

Clara, emocionada y sin dudarlo, asintió con la cabeza.

"¡Claro! ¿Qué necesitamos hacer?"

"Necesitamos encontrar materiales para arreglar el trineo. Vamos a buscar en el desván de tu casa. ¡Síguenos!"

Clara y los duendes entraron a la casa. Mientras estaban en el desván, Clara recordó que allí había cosas viejas que nunca había usado, como un aro y unas cuerdas.

"¡Miren esto!" exclamó mientras sacaba los objetos.

"¡Perfecto! Esto servirá para arreglar el trineo!" dijo uno de los duendes.

"¿De verdad?"

"¡Sí! Pero necesitamos hacer un poco de magia para que funcione más rápido. Todos juntos, ¡vamos a cantar una canción!"

Así que Clara y los duendes, llenos de energía, comenzaron a cantar una canción navideña. La música resonaba, generando una alegría inmensa. De repente, el trineo comenzó a brillar, y todos los materiales se unieron en un hermoso trineo dorado lleno de luces.

"¡Hurra! ¡Lo logramos!" gritó Finn, feliz.

"Ahora podremos entregar los regalos a todos los niños. ¿Te gustaría acompañarnos, Clara?"

"¡Sí! ¡Quiero ver cómo se entrega la magia de la Navidad!"

Clara subió al trineo junto con los duendes. Con un chisporroteo de estrellas, el trineo despegó hacia el cielo. Desde la altura, Clara observaba cómo la ciudad se iluminaba con luces parpadeantes. El viento fresco la hacía sentir viva.

Pasaron por casas, dejando regalos en cada una de ellas.

"¡Este es el mejor viaje de mi vida!" gritó Clara, llena de alegría.

"Y todo gracias a ti, Clara. No olvides que la verdadera magia está en la familia y el compartir" dijo Finn, mientras volaban sobre los árboles.

Finalmente, después de un largo viaje, llegaron de vuelta al patio de Clara.

"Gracias por tu ayuda y por creer en la magia de la Navidad. ¡Nunca lo olvides!" Le dijeron los duendes mientras desaparecían entre las luces.

Clara regresó a la casa y se encontró con su familia, que se había preocupado por su ausencia.

"Clara, ¿dónde estabas?" preguntó su mamá.

"¡Tuve una aventura mágica con los duendes!"

"¿Duendes?" preguntó su papá, sorprendido, mientras todos se reían.

Clara les contó sobre su emocionante noche mientras disfrutaban las galletas que habían horneado. La familia se abrazó, llenos de amor y alegría.

La Navidad no solo era sobre los regalos, pensó Clara. Era sobre compartir momentos mágicos con quienes más amas. Y así, esa Navidad en Villa Esperanza se volvió aún más especial, no por los regalos, sino por los recuerdos creados juntos.

"¡Feliz Navidad!" gritaron, abrazándose en un gran grupo. Y en el aire, la magia brilló para siempre.

FIN.

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