Una Navidad en el Campo
En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, vivía la familia Martínez, conocida por su amor y alegría. La familia consistía en papá Juan, mamá Ana, los dos hermanitos, Lucho y Mica, y su perro, Rayo, que siempre estaba detrás de ellos.
Llegaban las fiestas de fin de año, y Lucho estaba muy emocionado. "¡Mica! ¡Ya falta poco para Navidad! ¿Qué le vas a pedir a Papá Noel?" -preguntó mientras correteaba por el campo.
"Yo solo quiero que todos estemos juntos!" -contestó Mica, con una sonrisa amplia, mientras recogía flores para adornar su casa.
La familia decidió que, en lugar de comprar un árbol de Navidad, harían uno con ramas del bosque. Juntos, trabajando en equipo, lograron crear un árbol hermoso, decorado con luces, frutas y un montón de recuerdos.
"¡Es el árbol de Navidad más lindo del mundo!" -exclamó Lucho.
A medida que se acercaba Nochebuena, la mamá Ana empezó a preparar galletitas de jengibre con sus hijos. "¿Cuál es su forma favorita?" -preguntó.
"Estrella, mamá!" -gritó Mica.
"Yo quiero un perro!" -dijo Lucho en tono de broma, mientras Rayo movía la cola como si entendiera.
Cada uno de ellos decoró las galletitas con mucha creatividad. "¡Esto será un festín!" -dijo Juan, quien se unió a ellos en la cocina, riendo y tarareando canciones navideñas.
Al llegar la Nochebuena, la familia se sentó alrededor de su árbol y empezó a contar historias sobre las mejores Navidades pasadas. "Recuerdan cuando hicimos la búsqueda de tesoros?" -preguntó Ana.
"¡Sí! Y gané el premio!" -dijo Lucho con orgullo.
De repente, sonó un fuerte ruido afuera. Todos salieron corriendo al patio y vieron a un grupo de amigos, también en el campo, que habían llegado con sorpresas. "¡Feliz Navidad!" -gritaron entre risas.
Así, juntos celebraron con música, baile y juegos. Papá Juan organizó un torneo de carreras a caballo y Mica ayudó a hacer una piñata llena de dulces.
Al día siguiente, despertaron emocionados y encontraron sus regalos bajo el árbol. "¿Qué habrá dentro?" -se preguntaban mirándolo.
Con gran alegría, abrieron cada paquete. Lucho recibió un libro de aventuras, Mica una muñeca hecha a mano, y Rayo, una pelota nueva para jugar. "¡Esto es increíble!" -decían mientras correteaban por el campo.
Los días pasaron, y llegó el Día de la Madre. La familia no tenía dinero para comprárselo a Ana, así que decidieron hacerle algo especial.
"Hagamos un picnic en el lago!" -sugirió Lucho entusiasmado.
Todos se pusieron manos a la obra. Mica y Juan recogieron flores, mientras Lucho y Rayo buscaban la mejor ubicación para el picnic. Prepararon sandwiches y postres en una canasta.
El domingo de la madre fue mágico. "Nunca me sentí tan querida" -dijo Ana, emocionada, mientras el sol brillaba sobre el lago.
Pasaron los meses, y se acercaba el Día del Padre. Mica y Lucho se reunieron en secreto para planear algo. "¿Y si le hacemos una tarjeta gigante?" -propuso Mica.
Cada uno pasó la tarde dibujando, pintando y llenando la tarjeta de lindos mensajes. "¡Papá va a llorar de emoción!" -dijo Lucho mientras firmaba con un gran garabato.
El día llegó y Juan no podía creer lo que le habían preparado. "¡Es la mejor tarjeta que he recibido!" -dijo con los ojos brillosos de alegría.
Para celebrar los cumpleaños, cada año era algo especial. Así que un día de primavera, decidieron hacer una gran fiesta de cumpleaños combinando todas sus celebraciones. Invitaron a amigos y familiares, organizando juegos y competencias al aire libre.
La fiesta fue una explosión de risas, comida deliciosa y buenos momentos. En un rincón, estaba Rayo jugando con todos los niños mientras Juan y Ana observaban a sus pequeños disfrutar. "¿Te das cuenta cuánto hemos vivido juntos?" -dijo Ana mirando a Juan con ternura.
"Y todo en familia. Es lo que más importa" -respondió Juan, sonriendo.
De esta manera, el tiempo pasó, invadido por momentos de alegría, creando tradiciones que los unían aún más. La familia Martínez aprendió que celebrar juntos era más que fiestas o regalos; era el amor, las risas y el valor de estar siempre uno al lado del otro.
Y así, con cada celebración en el campo, ellos continuaron tejiendo su historia, uniendo corazones y creando recuerdos que durarán para siempre.
FIN.