Una Navidad en el Campo
Era una mañana de diciembre, y los árboles estaban llenos de hojas verdes y brillantes. El sol iluminaba el campo, donde Juan, Sofía y su perro, Chispa, jugaban felices. Esa Navidad prometía ser especial porque sus padres les habían contado que pasarían las fiestas en su campo, lejos de la ciudad.
"¿No es emocionante, Sofía? ¡Vamos a ver cómo está todo!" - dijo Juan con una gran sonrisa.
"Sí, no puedo esperar a jugar en el arroyo y hacer un muñeco de nieve de hojarasca" - respondió Sofía entusiasmada.
Al llegar al campo, la mamá les mostró una gran sorpresa: un viejo granero que se podía transformar en su taller navideño.
"¡Miren lo que encontramos! Podemos hacer decoraciones para nuestro árbol. ¿Qué les parece?" - exclamó la mamá.
"¡Súper! Vamos a hacer eso" - dijo Juan, mientras Chispa ladraba de alegría.
Los niños se pusieron manos a la obra, y a medida que estaban armando los adornos, se dieron cuenta de que había algo especial en su alrededor. Comenzaron a recolectar hojas, ramas secas y flores del campo.
"Miren este tronco, creo que lo podemos convertir en la base de un centro de mesa" - sugirió Sofía.
Mientras tanto, su papá estaba afuera, recolectando frutas del huerto y asegurándose de que todo estuviera listo para la cena. Cuando los niños vieron lo que estaba haciendo, tuvieron una idea brillante.
"¡Papá! ¿Podemos ayudarte a preparar la comida?" - gritaron al unísono.
"¡Claro que sí! Una buena comida siempre es mejor con ayuda" - respondió su papá con una sonrisa.
Juntos comenzaron a recoger tomates, pepinos y pimientos. El aroma de la tierra fresca llenaba el aire y, de repente, Sofía recordaba una historia que su abuela les solía contar sobre los regalos que trae la Naturaleza.
"Cuando cuidamos de la Tierra, ella nos da cosas maravillosas, como esos tomates" - explicó Sofía a Juan.
"Sí, y debemos recordar cuidar el ambiente siempre" - agregó él.
La tarde avanzaba y pronto cayó una suave brisa. Con sus adornos listos y la comida ya preparada, la familia se sentó alrededor de una mesa de madera bajo un árbol frondoso, y comenzaron a cenar mientras compartían risas y anécdotas.
"Este es el mejor lugar para pasar la Navidad" - dijo Juan, mirando a su alrededor.
"Sí, y no hay nada que nos haga más felices que estar juntos" - contestó mamás mientras servía más ensalada.
Sin embargo, cuando estaban a punto de desearse "Feliz Navidad" y abrir sus regalos, Chispa comenzó a ladrar.
"¿Qué le pasará a Chispa?" - preguntó Sofía preocupada.
"Vamos a ver" - dijo Juan, y juntos salieron corriendo.
Para su sorpresa, encontraron un pequeño ciervo asustado cerca del granero, atrapado en un matorral.
"Pobre, debe haberse perdido" - dijo Sofía, acercándose con cuidado.
"No lo espantes, Sofía. Tal vez se le pueda ayudar" - sugirió Juan.
Juntos, y con la ayuda de su papá, lograron liberar al pequeño ciervo, que los miró con sus grandes ojos agradecidos y, después de un breve momento, comenzó a correr libremente hacia el bosque.
"Estamos felices de haberlo ayudado" - dijo Sofía, sintiendo una cálida satisfacción en su corazón.
"Eso es lo mejor de la Navidad, ayudar a los demás" - agregó Juan.
Finalmente, volvieron a la mesa donde la cena seguía preparada. Con sonrisas en sus rostros, decidieron que ese año no solo se celebrarían a sí mismos, sino también a toda la vida que los rodeaba.
"En vez de abrir regalos, ¡podemos hacer algo juntos!" - propuso Sofía.
"¡Sí! ¡Vamos a hacer una donación a un refugio de animales!" - exclamó Juan, apoyando la idea.
Así que, esa noche, con nuevos adornos colgando en su árbol y con un gran amor en sus corazones, la familia celebró la Navidad de una manera diferente:
"¡Feliz Navidad a todos! Con amor, alegría y solidaridad" - gritaron juntos, sabiendo que su mejor regalo era la unión familiar y el amor por la vida en todas sus formas.
FIN.