Una Navidad en el Lago Trasimeno
Era un hermoso día de diciembre y la familia López se preparaba para celebrar la Navidad en la casa de campo que tenían junto al Lago Trasimeno. Michelle, una niña curiosa de ocho años, no podía contener su emoción.
"¡Mamá, papá!" - gritó mientras corría por la casa "¡Ya quiero que llegue la noche buena!"
"Nosotros también, mi amor" - respondió su mamá, Ana, sonriendo mientras colgaba luces de colores en el árbol navideño.
"¿Cuál será la sorpresa que nos esperan esta noche?" - preguntó Michelle con ojos brillantes.
"A veces la sorpresa más grande viene de compartir momentos juntos" - dijo su papá, Carlos, mientras preparaba el famoso ponche de frutas que tanto le gustaba a Michelle.
El día se pasó entre risas, juegos y la preparación de la cena. La familia eligió hacer algo especial este año y decidieron escribir cartas para Santa, pero no solo pidiendo regalos. Querían enviarle sus deseos para otros.
"Yo voy a pedirle que todos los niños tengan un lugar donde jugar y aprender" - dijo Michelle mientras escribía en su carta.
"¡Qué idea tan hermosa, hija!" - exclamó Ana, abrazando a su pequeña.
"Yo pediré que los mayores encuentren compañía y felicidad" - agregó Carlos con una sonrisa.
Con las cartas listas, decidieron ir hacia el lago para lanzarlas al agua. Era un ritual familiar que habían mantenido durante años.
"¿Estás lista para hacer un deseo más grande, Michelle?" - le preguntó su papá.
"Sí, ¡vamos!" - dijo ella entusiasmada.
Cuando llegaron a la orilla, lanzaron sus cartas al agua. El sol brillaba sobre el lago, creando reflejos de colores que hacían que el momento se sintiera mágico.
"Ahora, a esperar a que Santa las recoja" - dijo Ana.
"¿Creen que me escuchará?" - preguntó Michelle un poco dudosa.
"Claro, mi amor. No se trata solo de lo que pedimos, sino de lo que estamos dispuestos a dar" - le respondió Carlos, dándole un guiño.
Esa noche, la familia se sentó junto al fuego, contando historias y riendo. Cuando miraron por la ventana, vieron que comenzaba a nevar.
"¡Miren, está nevando!" - exclamó Michelle con asombro. "¡Es la primera vez que lo veo!"
"Es un buen presagio para la noche de Navidad" - dijo su mamá, mientras colocaba galletas para Santa en la mesa.
Los tres se acomodaron cerca del árbol y, justo cuando iban a abrir los regalos, escucharon un ligero golpe en la puerta.
"¿Quién será?" - se preguntó Carlos mientras se levantaba a abrir.
Al abrir la puerta, encontraron a un grupo de niños del vecindario, sonriendo y temblando de frío.
"¡Feliz Navidad!" - gritaron al unísono.
"Estamos aquí porque... porque somos un poco solitarios en esta época del año" - dijo una de las niñas, llamándose Sofía.
Michelle miró a sus padres con los ojos llenos de emoción.
"¿Podemos invitarlos a quedarnos con nosotros?" - preguntó, entusiasmada.
"Por supuesto" - respondió Ana.
Así que la familia abrió sus puertas y llenó la casa de risas y juegos. Compartieron la cena, las galletas y los regalos.
"¡Esto es mejor que cualquier regalo!" - dijo Michelle, feliz de poder compartir su Navidad.
Y así, esa Navidad en el Lago Trasimeno fue realmente mágica, no solo por los regalos, sino por el amor y la amistad que compartieron con los otros.
Los padres de Michelle se sintieron orgullosos de su hija por llevar a cabo un hermoso acto de bondad y generosidad.
"Cada año, haremos esto, ¿verdad?" - preguntó Michelle, sonriendo mientras abrazaba a sus nuevos amigos.
"Siempre, cariño" - contestaron sus padres con ternura.
Desde entonces, la Navidad en el Lago Trasimeno se convirtió en una tradición de compartir y ayudar a otros, creando recuerdos imborrables en el corazón de todos.
Y así, Michelle aprendió que la verdadera magia de la Navidad no estaba solo en los regalos, sino en dar y compartir momentos con quienes más importan.
FIN.