Una Navidad Mágica en Colombia
En una colorida aldea de Colombia, la Navidad se acercaba y toda la comunidad estaba llena de alegría. Niños y adultos decoraban las casas con luces brillantes y guirnaldas de colores. Entre ellos estaba Sofía, una niña de diez años con ojos brillantes y una sonrisa contagiosa.
"¡Sofía! Vení, ayúdame a colgar las luces en el árbol!" - gritó su hermano Lucas, de ocho años.
"¡Ya voy, Lucas! ¡Pero ten cuidado con el cable!" - respondió Sofía, riendo mientras corría hacia él.
La familia Pérez celebraba la Navidad cada año con una gran cena en la casa, donde siempre había un lugar reservado para amigos y vecinos. Este año había algo especial en el aire. Sofía había estado trabajando en un proyecto para hacer una cena navideña para aquellos que no tenían tanto y, con la ayuda de su familia y amigos, el plan estaba tomando forma.
"¿Qué tal si hacemos una gran cena y invitamos a todas las familias del barrio?" - sugirió Sofía durante la cena familiar de preparación.
"¡Eso es una idea maravillosa!" - dijo su mamá con entusiasmo. "Podemos cocinar juntos y hacer un buffé con platos típicos."
Lucas, muy emocionado, exclamó: "¡Y yo puedo ayudar a decorar!" - fue entonces que Sofía miró a sus padres, un brillo de determinación en sus ojos.
Días antes de la gran fiesta, los niños salieron a recolectar ingredientes.
"¡Vamos a buscar fresas y guanábanas!" - dijo Sofía.
"¿Y los bocadillos de arequipe?" - preguntó Lucas con la boca llena de dulces.
Mientras caminaban, se encontraron con Don Chucho, un anciano del barrio, que vendía empanadas.
"¡Feliz Navidad, chicos!" - saludó Don Chucho.
"¡Feliz Navidad, Don Chucho! Estamos organizando una cena para todos, ¿quiere venir?" - preguntó Sofía.
"Claro, me encantaría, pero no tengo dinero para llevar algo."
Sofía miró a Lucas y le susurró: "Tal vez podamos traerle algo a él también. La Navidad es para compartir."
Lucas sonrió y estuvo de acuerdo. Se acercaron a Don Chucho y le dijeron:
"No se preocupe, Don Chucho. ¡Nosotros lo invitamos!"
Días después, la esperanza y el trabajo duro de todos comenzaron a dar frutos. El día de la cena, su hogar olía a tamales, buñuelos y natilla, y el árbol estaba decorado con luces y coloridos adornos. Los vecinos comenzaron a llegar con sonrisas y abrazos.
"¡Sofía, esto se ve increíble!" - dijo su amiga Valentina, mientras entraba.
Justo cuando la noche prometía ser mágica, un grupo de niños del barrio se acercó con caras tristes.
"No tenemos comida, ni un lugar donde ir esta Navidad..." - dijo uno de ellos.
Los ojos de Sofía se iluminaron.
"¡No pueden quedarse así!" - exclamó. "¡Vengan! Aquí hay suficiente para todos. Cada uno merece celebrar esta noche."
Los nuevos amigos se unieron y todos disfrutaron de la comida y las risas. Compartieron historias, cantaron villancicos y jugaron hasta que el sol se ocultó y las estrellas comenzaron a brillar.
Al final de la noche, Sofía se sintió feliz. No sólo habían tenido una hermosa cena, sino que también habían abierto sus corazones a quienes más lo necesitaban. Cuando el último invitado se despidió, su padre la miró con orgullo y le dijo:
"Sofía, estás creando una tradición. ¡Esto es lo que hace la Navidad especial!"
Y así, no solo celebraron esa Navidad, sino que también estaban inspirados para hacer de esto algo habitual, donde cada año, su hogar sería un lugar donde la calidez de la comunidad brillara tan intensamente como las luces de su árbol.
Desde entonces, cada Navidad se convirtió en una oportunidad no solo para celebrar, sino también para ayudar a quienes lo necesitaban. Y Sofía aprendió que la verdadera esencia de la Navidad radica en compartir amor y alegría con los demás.
Así fue como Sofía y su familia crearon su propia magia navideña, una que perduraría por generaciones y llenaría su hogar de risas y gratitud.
"¡Hasta la próxima Navidad!" - gritó Sofía mientras todos se despedían, con una sonrisa en su rostro, lista para iniciar nuevas aventuras.
FIN.