Una Noche de Fantasmas Amistosos



Era una noche clara y estrellada cuando Leo se quedó solo en su casa por primera vez. Su mamá le había prometido que regresaría pronto y mientras tanto, tenía que hacer la tarea. Pero, aunque Leo intentaba concentrarse, la emoción de la noche lo mantenía alerta.

Mientras escribía, un ruido sutil comenzó a resonar en el pasillo. Primero pensó que era su gato, pero al mirar, se dio cuenta de que no había nadie. "Quizás fue solo mi imaginación", se dijo a sí mismo.

Pero los ruidos continuaron: un suave susurro, un tintineo lejano. Leo, con su corazón latiendo fuerte, decidió investigar. Con una linterna en mano, decidió cruzar el pasillo. "Hola, ¿hay alguien ahí?" preguntó, temblando un poco.

De repente, una figura traslúcida apareció ante él: era un fantasma con un rostro amistoso. "No tengas miedo, soy Gabi, el fantasma de la casa. Solo estoy aquí para jugar," dijo el fantasma con una voz suave.

"¿Jugar?" preguntó Leo, sorprendido. "Sí, me aburro aquí solo. ¿Quieres unirte a mí?"

Leo rechazó la idea de jugar al principio, pero la curiosidad ganó. "Está bien, ¿qué tipo de juego?"

Gabi sonrió. "Juguemos a buscar tesoros. Hay cosas escondidas en la casa que seguro no has visto antes."

Rápidamente, los dos empezaron su aventura. Gabi llevó a Leo a una habitación que nunca había notado. "Aquí está el primer tesoro: ¡una antigua brújula!"

"¡Guau, se ve genial!" exclamó Leo.

El siguiente destino fue el desván. Gabi le mostró un baúl lleno de cartas viejas. "Estas son cartas de amor que se escribieron hace muchos años. Cada una cuenta una historia.”

"Me encantaría leerlas, ¿puedes ayudarme?"

Gabi comenzó a relatar las historias detrás de cada carta mientras Leo escuchaba fascinado.

Al final de la noche, Leo estaba tan absorto en las historias y en la amistad de Gabi que se olvidó por completo de su tarea. "Gabi, ¿puedes quedarte para siempre?"

"No puedo, Leo. Soy un fantasma y tengo que volver a mi lugar, pero siempre puedes recordarme y nuestras aventuras juntos”.

Un poco triste, Leo comprendió que la amistad no siempre se basaba en estar cerca, sino en los momentos compartidos. Se despidió de Gabi pero le prometió que iría a buscar más aventuras del pasado en la casa.

Al fin, su mamá llegó y Leo le contó todo con entusiasmo. "¡Tuve la mejor aventura con un fantasma!"

Su mamá sonrió. "¿Sabés? Las historias y los recuerdos son como tesoros que llevamos en el corazón. Siempre hay algo nuevo por descubrir en los lugares más inesperados."

Desde esa noche, Leo no volvió a tenerle miedo a la soledad, porque sabía que las mejores aventuras podían ocurrir en cualquier momento, incluso cuando menos lo esperaba. Y cada vez que miraba la brújula o leía las cartas, recordaba a su amigo fantasma, Gabi, y las lecciones que aprendió sobre la amistad y el valor de explorar el mundo que lo rodeaba.

FIN.

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