Una noche de Halloween inesperada
Era una tarde oscura de Halloween en el tranquilo vecindario de La Estrella. Las calabazas brillaban en las puertas y las risas de los niños resonaban en el aire mientras se preparaban para recorrer las calles pidiendo dulces. En una casa al final de la calle, vivía Sofía, una niña aventurera que estaba emocionada por la noche que se avecinaba.
Sofía, con su disfraz de bruja, mientras llenaba su bolsa de caramelos, sintió una brisa extraña. "¿Escucharon eso?"- preguntó a sus amigos. Pero no le prestaron atención, demasiado ocupados buscando más golosinas.
Decidiendo ignorarlo, Sofía siguió adelante. Pero al pasar por un parque, notó algo inusual: una figura tambaleante entre los árboles. "¡¿Quién está ahí? !"- gritó con valentía. Para su sorpresa, un zombi apareció a la luz de la luna, con un disfraz medio rasgado y una cara pintada de verde.
"No tengas miedo, pequeña. Soy Zombito, y solo estoy buscando mi dulce perdido"-, dijo el zombi. Sofía no podía creer lo que veía. "¿Un zombi que habla?"- murmuró, intrigada.
"Sí, y te prometo que no quiero asustarte. Me perdí de mis amigos en esta noche divertida y ahora no puedo encontrar mi caramelito favorito"-, explicó Zombito con una voz amable. Sofía sintió una chispa de empatía y decidió ayudarlo. "Voy a ayudarte a encontrarlo. Quizás esté en alguna de las casas de la cuadra"-.
Los dos comenzaron su búsqueda. Al tocar las puertas, Sofía mostraba su bolsa de caramelos a todos los vecinos, explicando que necesitaban ayuda para encontrar el dulce del zombi. Muchos eran amables y les ofrecían golosinas, pero siempre sin saber dónde estaba el dulce perdido.
"Quizás en la casa de la señora Marta... ella siempre tiene los mejores caramelos"-, sugirió Sofía. Al llegar, la señora Marta los recibió con una gran sonrisa.
"¡Hola, querida! ¡Qué lindo disfraz tienes!"- dijo la señora Marta. "¿Y este amiguito tan curioso?"-
"Es Zombito, ¡y estamos buscando su caramelito!"- explicó Sofía. La señora Marta se rió. "No te preocupes, Sofía. Tengo algunas golosinas en la cocina. Quizás te sirvan para ayudar a tu amigo"-.
Zombito se iluminó, "¡Oh, no, no quiero que nadie se sienta mal por mí!"-. Sofía miró a Zombito y le dijo, "No se trata de ti o de mí, sino de todos. Si todos tenemos un poco, todos somos felices. ¡Esa es la verdadera magia de Halloween!"-.
La señora Marta les regaló caramelos y Zombito les sugirió que salieran juntos a pedir más. Sofía comprendió que compartir no solo es dar algo, sino también es unir a las personas. Al caminar juntos, se encontraron con otros niños que también se asustaron al ver al zombi. "¿Es un zombi de verdad?"- preguntó uno de ellos.
"¡Claro que no! Estoy en busca de mi dulce perdido y Sofía me está ayudando"-, respondió Zombito con una sonrisa. Al ver que Zombito era amigable, los otros niños se unieron a ellos.
Juntos, continuaron recorriendo el vecindario, pidiendo dulces y compartiendo historias. Sofía presentó a Zombito como su nuevo amigo, y todos comenzaron a disfrutar de la noche sin miedo.
Finalmente, en un rincón del parque, encontraron un dulce brillante entre las hojas. "¡Ahí está mi caramelito!"- exclamó Zombito feliz.
"No puedo creer que lo hayamos encontrado juntos"-, dijo Sofía sonriendo.
Zombito, emocionado, decidió compartir su dulce con todos. "Gracias a ustedes, ahora tengo muchos amigos para celebrar esta noche especial"-.
Y así, la noche continuó llena de risas, juegos y dulces compartidos. Sofía aprendió que no importa cómo luzcamos, siempre podemos encontrar la amistad donde menos lo esperamos. Y Zombito se dio cuenta de que ayudar a otros puede llevarnos a vivir las aventuras más hermosas. En una noche que comenzó con incertidumbre, terminó creando lazos que jamás olvidarán.
Esa Halloween, los grandes y los pequeños comprendieron que la verdadera magia está en compartir y hacer amigos, sin importar las primeras impresiones.
FIN.