Una noche de tormenta



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Tomás. Una noche de tormenta, mientras Tomás se encontraba en casa con su familia, la electricidad se cortó y la casa quedó a oscuras.

"¡Mamá, tengo miedo!" exclamó Tomás. "Tranquilo, no pasa nada. Encenderemos algunas velas y nos ocuparemos de estar seguros", respondió mamá. Sin embargo, la situación era aterradora para Tomás, quien empezó a temblar de miedo.

En ese momento, mamá lo abrazó con fuerza y le susurró al oído: "¿Sabes qué? Las tormentas también pueden ser emocionantes. Podemos inventar historias, jugar a las sombras chinescas y disfrutar de esta noche de una manera diferente".

Las palabras de mamá le dieron a Tomás una idea: juntos, podrían convertir esa noche de oscuridad en una noche mágica. Así que, con la ayuda de papá, encendieron las velas y comenzaron a jugar.

Crearon figuras de animales en la pared con sus manos, contaron historias de valientes aventureros y se rieron tanto que el miedo comenzó a desaparecer. La noche de tormenta se convirtió en una noche inolvidable, llena de risas y conexión familiar. A medida que amanecía, la electricidad regresó, pero Tomás ya no tenía miedo.

Había descubierto que, incluso en las situaciones más aterradoras, siempre hay una forma de encontrar la luz y la alegría.

Desde entonces, Tomás aprendió a enfrentar los desafíos con valentía y creatividad, recordando siempre aquella noche de tormenta que lo ayudó a descubrir su propio coraje interior.

FIN.

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