Una Noche Especial



Era un día soleado en el barrio y Leonel estaba muy emocionado. Esta noche tendría una cena especial con su novia Rafaela. Habían comenzado a salir hace poco y sus corazones latían fuertes cada vez que se veían. Se conocieron en la escuela, durante una clase de educación física, cuando formaron parte del mismo equipo de voley. Desde entonces, su amistad se transformó en algo más.

Leonel se miró al espejo y con una sonrisa pensó:

"Es solo una cena, pero quiero que sea perfecta".

Mientras tanto, en su casa, Rafaela también estaba eligiendo qué ponerse. Se puso un lindo vestido y, al verse en el espejo, dijo:

"Espero que Leonel disfrute la cena tanto como yo".

Ambos se habían prometido tener una noche divertida y, quizás, un poco romántica. Un poco después, se encontraron en la plaza del barrio para ir juntos al restaurante.

"¡Hola, Rafa! Estás hermosa", dijo Leonel, mientras sus mejillas se sonrojaban.

"Gracias, Leonel. Vos también lucís genial", respondió ella, feliz.

Mientras caminaban hacia el restaurante, comenzaron a hablar sobre sus sueños.

"¿Cuál es tu sueño más grande?" preguntó Rafaela.

"Quiero ser un gran jugador de voley y representar a Argentina en los Juegos Olímpicos", respondió Leonel emocionado.

"¡Eso sería increíble! Yo también quiero ser una excelente jugadora de voley", contestó Rafaela, deseosa de cumplir sus sueños.

Sin embargo, mientras cruzaban la calle, un perro pequeño se les cruzó. Leonel, sorprendido, se agachó para acariciarlo, pero sin querer se tropezó y cayó.

"¡Ay!" exclamó Leonel, pero rápidamente se levantó y se rió.

"¡Esa es la típica de León!" bromeó Rafaela.

"Es solo que me distraje con lo lindo que es este perrito", respondió mientras le sonreía al animal.

Una vez llegaron al restaurante, la moza les llevó a una mesa en el rincón más bonito. Ellos se sentaron y comenzaron a mirar el menú.

"¿Qué te gustaría pedir?", preguntó Leonel.

"Creo que probaré la pizza. Me encanta!", respondió Rafaela.

"¡A mí también! Un clásico nunca falla", coincidió Leonel.

Mientras esperaban su comida, se dieron cuenta de que tenían mucho en común, desde sus gustos en la música hasta el amor por los deportes. Pronto comenzaron a hablar de sus partidos de voley y cómo, cuando juegan juntos, se sienten invencibles.

De repente, un grupo de chicos entró y se pusieron a jugar con una pelota de voley en el restaurante. Rafaela, con una sonrisa traviesa, dijo:

"¿Qué hacemos? ¿Les mostramos cómo se juega?".

"¡Claro!", respondió Leonel, entusiasmado.

Los dos se pusieron de pie y se unieron a los chicos. Jugaron un rato en el medio de las risas y aplausos de los demás comensales. Leonel hizo un impresionante remate y Rafaela le devolvió con una excelente recepción.

"¡Eso es increíble!", gritó un niño del restaurante.

"Así se juega!", decía Rafaela feliz mientras chocaba las manos con Leonel.

Luego, el mozo les recordó que tenían su comida lista. De vuelta en la mesa, ambos estaban sonrientes.

"Estamos haciendo que esta cena sea única", comentó Leonel.

"Sí, y es gracias a que me acompañaste", respondió Rafaela, estrellando sus ojos contra los de él.

Finalmente, al finalizar la cena, Leonel decidió dar un paso más en su relación y le preguntó:

"Rafa, ¿te gustaría ser mi compañera de voley para toda la vida?".

Rafaela, sorprendida y feliz, le dijo:

"¡Sí! Eso sería lo mejor", y ambos se abrazaron con alegría.

La cena terminó, pero esa no sería la última vez que jugarían juntos. Leonel y Rafaela entendieron que, así como en un partido de voley, siempre podían contar el uno con el otro en la vida. La noche fue mágica, así como su primer paso en una relación llena de sueños y aventuras que apenas estaba comenzando.

FIN.

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