Una noche muy lluviosa veo un vampiro



Era una noche oscura y tormentosa, con relámpagos iluminando el cielo y el sonido del trueno resonando en el aire. En el pintoresco pueblo de Villa Lluvia, un niño llamado Tomás se encontraba en su habitación, leyendo un libro sobre criaturas misteriosas. De repente, un fuerte golpe sonó en la ventana. Tomás, curioso y un poco asustado, decidió asomarse.

Al mirar hacia afuera, sus ojos se abrieron de par en par. Había un vampiro en su jardín. No era como el de su libro, era diferente. Tenía una capa negra y una mirada triste. Sin pensarlo, Tomás abrió la ventana y preguntó:

"¿Quién sos y qué haces en mi jardín?"

El vampiro, sorprendido por la valentía del niño, respondió:

"Me llamo Vlad. He venido de muy lejos, pero me siento solo y perdido en esta tormenta."

Tomás se sintió un poco mal por el vampiro, así que decidió invitarlo a entrar:

"¿Querés venir adentro? Tengo chocolate caliente y podemos hablar."

Vlad aceptó la invitación y entró a la casa de Tomás. La habitación rápidamente se llenó del aroma a chocolate y de la curiosidad de ambos.

"Pero... ¿no tenés miedo de mí?" preguntó Vlad, mientras se acomodaba en la silla.

"No, en realidad no. No todos los vampiros son malos. A veces, solo necesitan un amigo."

Vlad sonrió, pero sus ojos seguían reflejando tristeza. Entonces, Tomás decidió preguntar:

"¿Por qué estás triste, Vlad?"

"Desde que soy vampiro, nunca he tenido un amigo. Todos me ven como un monstruo y huyen de mí. Solo buscaba un lugar donde no estuviera solo."

La historia de Vlad conmovió a Tomás, y pensó en cómo podía ayudarlo.

"Podríamos jugar a ser héroes juntos. Así podrías mostrarme que no todos los vampiros son malos y quizás, algún día, la gente pueda darte una oportunidad."

Vlad se iluminó ante la idea. Jugaron a ser héroes en diversas aventuras dentro de la casa. Usaron sábanas como capas y se enfrentaron a monstruos imaginarios (algunas almohadas), y hasta se inventaron un superpoder: la risa.

La noche pasó volando mientras la tormenta seguía afuera. Al finalizar su aventura, Vlad se sintió más ligero.

"Me has hecho sentir importante hoy. Nunca imaginé que un niño como vos podría ver algo bueno en un vampiro."

Tomás respondió:

"A veces, solo necesitamos abrir nuestros corazones para ver a las personas, y a los vampiros, como realmente son."

Finalmente, la lluvia comenzó a calmarse, y Vlad se despidió:

"Gracias, Tomás. Eres un verdadero amigo. Nunca olvidaré esta noche. Tal vez algún día, vuelvas a ver a un vampiro, y estaré aquí para demostrarte que soy diferente a lo que dicen."

"Claro, siempre estaré listo para una aventura, Vlad," dijo Tomás mientras le sonreía.

Con eso, Vlad salió volando en la noche despejada, agradecido por la amistad que había encontrado en una noche tan oscura. Tomás, por su parte, sonrió mientras miraba por la ventana, sabiendo que había hecho un amigo especial.

Y así, enseñaron juntos que las apariencias pueden ser engañosas y que todos merecen una oportunidad de ser comprendidos.

FIN.

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