Una Pequeña Veterinaria



Había una vez una niña llamada Jessie, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos. Desde temprana edad, Jessie era una amante de los animales. Su jardín era un verdadero refugio para perritos, gatitos, conejitos y hasta un par de aves que, cada mañana, llegaban a su ventana a saludarlos con su canto.

"¡Mirá, mamá!" - gritaba Jessie emocionada cada vez que encontraba un nuevo amigo animal. "Hoy encontré una tortuguita en el jardín. ¡Se llama Caramelito!"

A su madre le hacía sonreír la alegría de su hija.

"Jessie, tenés un corazón enorme. Estoy segura de que un día serás una gran veterinaria" - le decía con orgullo.

Cada tarde, Jessie organizaba una práctica especial de veterinaria en su patio. Con un viejo maletín que había pertenecido a su abuelo, armaba un consultorio donde curaba a sus mascotas imaginarias y les daba consejos sobre cómo comer sano.

"¡Es hora de la consulta!" - anunciaba con un tono serio, mientras su perrito Max se recostaba a su lado. "Max, tu problema es que no comes suficientes verduras. ¡Tenés que alimentarte bien para ser fuerte!"

Pero un día, mientras jugaba en la plaza, Jessie escuchó un susurro muy débil. Atraída por el sonido, se acercó a un arbusto y encontró a una pequeña ave herida. Sus alas estaban lastimadas y necesitaba ayuda urgente.

"¡Pobrecita!" - exclamó Jessie, su corazón latiendo con fuerza. "¿Qué te pasó, pajarito?"

Sin dudarlo, Jessie decidió llevar a la pequeña ave a su casa. Sabía que debía actuar rápido.

"Vamos a curarte, pequeña amiga. Te prometo que te cuidaré hasta que estés bien" - le dijo suavemente mientras la acomodaba en una cajita con suavidad.

Su mamá, al ver la situación, le preguntó con preocupación: "¿Sabés qué hacer, Jessie?"

Con seguridad, Jessie le respondió: "Sé que primero hay que ponerle un poco de agua y darle algo de comer. Además, tengo que mirar si tiene heridas".

Juntas, empezaron a buscar información sobre el cuidado de aves. Con un libro abierto frente a ellas y mucho amor, Jessie logró curar a la ave, a la que llamó 'Pío'.

Pasaron varios días y, o gracias al cariño y los cuidados constantes de Jessie, la pequeña ave comenzó a hacerse más fuerte. Un hermoso amanecer, Pío batió sus alas con fuerza.

"¡Mirá mamá, ya puede volar!" - gritó Jessie llena de alegría.

Y así fue como Jessie se dio cuenta de que tenía un don especial para cuidar de los animales. Decidió que, de grande, quería ser veterinaria y ayudar a todos los animales en el mundo.

El tiempo pasó, y cuando llegó el momento de elegir una carrera, Jessie se sintió lista y emocionada. Se inscribió en la escuela de veterinaria, donde aprendió todo lo que necesita saber sobre los cuidados de los animales.

Un día, mientras estaba en su laboratorio practicando, apareció una voz conocida: "¡Jessie! ¡Sos una veterinaria increíble!"

Era Pío, que había vuelto para saludarla. Jessie sonrió porque sabía que la pequeña ave siempre sería parte de su historia.

Con determinación, Jessie se convirtió en una veterinaria muy querida en su comunidad. Ayudó a cientos de animales y nunca olvidó cómo todo comenzó, con una pequeña ave herida y un gran corazón.

Y así, Jessie, la veterinaria del pueblo, seguía cuidando y protegiendo a sus amigos animals y plumíferos, cumpliendo su gran sueño de amar y cuidar de todos los animales del mundo.

FIN.

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