Una promesa cumplida



Había una vez un joven llamado Tomás que siempre había soñado con viajar y conocer el mundo. Desde pequeño, le encantaba leer libros de aventuras y descubrir nuevas culturas y lugares.

Un día, después de mucho esfuerzo y dedicación en su carrera profesional, Tomás recibió una oferta para trabajar en el extranjero. Era la oportunidad que había estado esperando toda su vida.

Cuando llegó a casa para contarle la noticia a su familia, su padre lo recibió con los brazos abiertos pero también con lágrimas en los ojos. "Me alegra tanto por ti, hijo", dijo su padre mientras lo abrazaba fuerte. "Pero también me entristece pensar que te vas tan lejos".

Tomás se sintió triste al ver a su padre llorar pero también sabía que era importante seguir adelante con sus sueños.

Así que decidió hacer una promesa: "Papá, te prometo que voy a volver algún día y te voy a contar todas las aventuras que viví". Con el corazón lleno de emoción, Tomás comenzó a prepararse para partir hacia su nuevo destino. Pero antes de irse, tuvo una última cena familiar en la casa de sus padres.

"- Papá, ¿cómo puedo asegurarme de no perderme nunca?", preguntó Tomás mientras compartían un plato de pasta casera. "- Siempre lleva contigo algo especial", respondió su padre sonriendo. "Algo que te recuerde quién eres y cuál es tu propósito en la vida".

Tomás pensó en eso durante toda la noche hasta que finalmente llegó al aeropuerto al día siguiente. Cuando estaba por abordar su vuelo, recordó las palabras de su padre y decidió comprar un pequeño diario para escribir todas sus experiencias.

Durante los primeros meses en el extranjero, Tomás se sintió un poco perdido. Extrañaba a su familia y amigos y le costaba adaptarse a una nueva cultura.

Pero cada vez que se sentía triste o desorientado, sacaba su diario y comenzaba a escribir. Un día, mientras exploraba la ciudad donde trabajaba, conoció a una mujer llamada Ana. Era muy amable y lo invitó a tomar un café en una cafetería local.

Allí descubrieron que compartían muchas cosas en común, como por ejemplo el amor por los libros de aventuras. A medida que pasaban los días, Tomás comenzó a sentirse cada vez más cómodo en su nuevo hogar. También empezó a hacer amigos y descubrir lugares increíbles.

Pero siempre llevaba consigo su pequeño diario donde anotaba todo lo que vivía. Un año después de haberse ido de casa, Tomás decidió volver para visitar a su familia.

Cuando llegó al aeropuerto, vio que toda su familia estaba allí esperándolo con globos y carteles de bienvenida. "- ¡Hijo! ¡Qué alegría verte!", exclamó su padre mientras lo abrazaba fuerte.

"- Papá", dijo Tomás emocionado mientras le mostraba el diario lleno de historias e imágenes de sus aventuras en el extranjero. "Te prometí que volvería algún día y te contaría todo lo que viví". La cara de felicidad del padre no tenía precio al ver cómo había crecido su hijo profesionalmente y como persona.

Tomás aprendió que, aunque a veces es difícil dejar atrás lo que conocemos para buscar nuevas oportunidades, siempre podemos llevar con nosotros algo que nos recuerde quiénes somos y cuál es nuestro propósito en la vida.

Y su pequeño diario se convirtió en ese objeto especial que lo guió en todo momento.

FIN.

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