Una Rana Tomando un Café en París
Era un bello día en París, el sol brillaba sobre la Torre Eiffel y los cafés al aire libre estaban llenos de gente disfrutando de la calidez de la primavera. En uno de esos cafés, un pequeño sapo llamado Román decidió probar algo nuevo: un café.
Román era una rana que siempre soñó con ver el mundo más allá de su charquito en el bosque. Un día, decidió que era hora de cumplir ese sueño. Se subió a un tren, dijo adiós a sus amigos y llegó a la mágica ciudad de París.
Al llegar, se sentó en una mesita frente a un café muy famoso, donde los aromas del café recién hecho lo llenaron de emoción. Mirando el menú, pidió un café con leche, sintiéndose muy elegante.
Mientras esperaba su bebida, Román observó todo lo que ocurría a su alrededor. Una señora con un perro enorme pasaba junto a él y le sonrió.
"Bonjour, petite grenouille!" dijo ella.
"Bonjour!" respondió Román, sorprendido de que alguien hablara con él.
"¿Es tu primera vez aquí?" le preguntó la señora.
"Sí, ¡todo es tan hermoso!" respondió Román, sintiéndose un poco menos nervioso.
Al poco tiempo, la camarera trajo su café. Era un café humeante, en una pequeña taza blanca. Román miró la bebida con curiosidad.
"¿Cómo se toma esto?" se preguntó en voz alta.
"¡Es muy sencillo!" le dijo la camarera, sonriendo. "Solo debes usar la cucharita para mezclarlo y después lo bebes con cuidado. ¡Pruebalo!"
Román tomó la cucharita y, con nerviosismo, dio una vuelta en su taza. El aroma era increíble y siguió su consejo. Al beber un sorbo, su rostro se iluminó.
"¡Es delicioso!" exclamó.
De repente, un grupo de turistas se acercó y uno de ellos, que llevaba una cámara, lo miró asombrado.
"¡Miren, una rana tomando café! Esta debe ser la atracción del día!" dijo el chico, capturando la imagen.
Román, al darse cuenta que era el centro de atención, se sintió un poco tímido. Pero luego pensó que era su momento de aprovechar para compartir su historia.
"¡Hola a todos! Soy Román, y viajé desde un pequeño charquito para descubrir el mundo. ¡Estoy aprendiendo a disfrutar del café en París!"
Los turistas aplaudieron y algunos incluso se acercaron para charlar con él. Cada persona tenía una historia única que contar, mostrando la diversidad y la belleza de las culturas de todo el mundo.
"¿Cuál es tu historia, rana?" preguntó una chica con una guitarra.
"Viviendo en un charco aprendí a ser feliz con poco. Pero este café me hizo darme cuenta de que hay un mundo lleno de experiencias por vivir. ¡Quiero conocer más!"
Los turistas empezaron a contarle sobre sus propios viajes y aventuras. Así, Román no solo aprendió sobre diferentes lugares, sino también sobre la importancia de conocer y aprender de otras culturas.
Con el tiempo, el sol comenzó a bajar y en París se encendieron luces brillantes. Román sintió que había hecho amigos para toda la vida y había aprendido algo valioso: "Las experiencias son las que enriquecen el alma."
Cuando se despidió de sus nuevos amigos, prometió regresar y seguir explorando. Con una taza de café vacía pero un corazón lleno, Román saltó hacia el atardecer, sabiendo que ese solo había sido el comienzo de una gran aventura.
Desde aquel día, Román se convirtió en un viajero eterno, saltando de un lugar a otro, llevando siempre consigo su amor por el café y las historias de aquellos que conoció. Porque en cada taza, hay un mundo por descubrir y una enseñanza por aprender.
FIN.