Unax y el partido mágico



Unax era un niño de 6 años que vivía en Lekeitio, una pintoresca localidad costera del País Vasco. Siempre llevaba una sonrisa en la cara y tenía una imaginación desbordante. Su habitación estaba decorada con posters de su jugador favorito, Unai Gómez, el talentoso futbolista del Athletic Club. Todos los días soñaba con ser como él y hacer goles increíbles.

Un día soleado, mientras jugaba en el parque con su pelota, Unax comenzó a hablar solo:

"¡Un día seré tan bueno como Unai! ¡Voy a jugar en el Athletic!"

Justo en ese momento, una antigua señora que pasaba por allí le escuchó y se detuvo.

"¿Tú quieres jugar al fútbol, pequeño?"

"Sí, señora. ¡Quiero ser un gran jugador como Unai Gómez!"

La señora sonrió y le dijo:

"Ah, pero para ser gran jugador, necesitas algo más que solo querer."

Unax la miró con curiosidad:

"¿Qué más necesito?"

"Necesitas practicar. La perseverancia y el trabajo duro son esenciales."

Intrigado, Unax decidió que iba a poner en práctica ese consejo. En lugar de irse a casa, se quedó en el parque. Practicó sus tiros, dribles y pases. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que no era tan fácil como había pensado. A veces fallaba, y otras se sentía frustrado.

Poco después, un grupo de chicos un poco mayores se acercaron a jugar. Unax, emocionado, se presentó:

"¡Hola! Soy Unax y quiero jugar con ustedes."

Los chicos lo miraron y uno de ellos, llamado Iker, respondió:

"¿Jugar? ¿Tú sabes jugar?"

Unax, con un poco de miedo, respondió:

"Estoy aprendiendo. ¡Quiero ser tan bueno como Unai!"

Se rieron un poco, pero Iker, al ver la determinación en los ojos de Unax, decidió darle una oportunidad:

"Está bien. Te dejamos jugar, pero tienes que demostrar que puedes seguir el ritmo."

Unax se sintió agotado rápidamente, pero siguió corriendo y esforzándose. Cuando la pelota le llegó, disparó a la portería y... ¡la falló! Los chicos se rieron un poco de él, pero Unax no se desanimó. Recordó las palabras de la anciana.

"¡Voy a seguir practicando!"

Días pasaron y Unax no solo practicaba en el parque, también lo hacía en casa, en la playa e incluso en la cama antes de dormir. Un mes después, decidió enfrentarse al grupo de nuevo. Esta vez, era un poco más rápido y tenía más confianza.

Cuando llegó al parque, encontró a los chicos jugando. Se acercó a ellos:

"¡Hola! Me gustaría jugar de nuevo."

Iker miró a Unax con una ceja levantada:

"¿Tú de nuevo? Bueno, ven. A ver qué tal te va esta vez."

A medida que comenzó el juego, Unax se sintió libre. Corrió, hizo un gran pase y anotó un gol. Todos quedaron sorprendidos.

"¡Increíble! ¡Al fin lo lograste!" Exclamó Iker.

"¡Gracias! He estado practicando mucho."

Pero justo cuando las cosas parecían ir bien, un niño nuevo apareció, se llamaba Xabi. Era más grande y rápido.

"Chicos, ¿quién se atreve a jugar conmigo?" dijo desafiando a todos.

Iker se miró con Unax, pero el pequeño, lleno de valentía, respondió:

"Yo quiero jugar."

Xabi sonrió:

"De acuerdo, pero… ¡será difícil para vos!"

Cuando empezó el partido, Unax sintió que iba con el viento. Cada vez que la pelota se acercaba a él, corría y luchaba contra su miedo. Logró quitarle la pelota a Xabi y dar un pasaje a Iker, quien anotó otro gol. Todos gritaron de emoción y, aunque Xabi había sido un reto, Unax demostró que con esfuerzo, todo era posible.

El juego terminó, y al final, Iker se acercó a Unax:

"¡Eres genial! ¡Podrías jugar con nosotros siempre!"

"¡Gracias! Nunca voy a dejar de practicar. Quiero ser como Unai."

A partir de ese día, Unax se convirtió en parte del grupo, y todos los días, después de la escuela, se reunían a jugar. Aprendió que jamás debe rendirse y que el trabajo duro siempre tiene su recompensa. Además, la señora que había pasado por el parque también se convirtió en su fan. Cada vez que la veía pasaba por el parque, lo animaba, y le decía:

"Recuerda, un buen jugador no solo es aquel que marca goles, sino también el que se esfuerza y juega con el corazón."

Así, Unax aprendió que la verdadera magia del fútbol no solo estaba en hacer muchos goles, sino también en la amistad, el trabajo en equipo, y en nunca darse por vencido. Y aunque aún soñaba con ser como Unai Gómez, también descubrió que él ya poseía la verdadera esencia de un gran jugador. Y todo comenzaba aquí, en su querido Lekeitio, donde la playa, los amigos y el fútbol eran parte de su vida.

FIN.

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