Unidos en el Jardín de Infantes


Había una vez una niña llamada Checho, que estaba muy emocionada porque iba a comenzar el jardín de infantes. Era una niña curiosa y llena de energía, siempre dispuesta a aprender cosas nuevas.

El primer día de clases, Checho llegó al jardín con su mochila llena de crayones y libros. Estaba un poco nerviosa por conocer a sus nuevos amigos, pero también emocionada por todo lo que iba a descubrir.

Cuando entró al salón, vio a muchos niños jugando y riendo. La maestra se acercó a ella y le dio la bienvenida. "¡Hola Checho! Soy la señorita Laura", dijo sonriendo. "Te presentaré a tus compañeros".

Checho miró a su alrededor y vio a un niño llamado Martín sentado solo en un rincón del salón. Decidió acercarse y decirle hola. "Hola Martín, ¿quieres jugar conmigo?"- preguntó Checho amablemente.

Martín levantó la cabeza sorprendido y respondió: "¿De verdad quieres jugar conmigo? Nadie nunca quiere jugar conmigo". Checho sonrió y le tendió la mano: "Claro que sí, Martín. Todos merecen tener amigos". A partir de ese momento, Checho y Martín se convirtieron en los mejores amigos del jardín.

Jugaban juntos todos los días, compartían sus meriendas e incluso ayudaban a otros niños cuando lo necesitaban. Un día, durante el recreo, Checho notó que Sofía estaba triste porque había perdido su muñeco favorito. Sin dudarlo, Checho se acercó a ella y le ofreció ayuda.

"Sofía, no te preocupes. Vamos a encontrar tu muñeco juntas"- dijo Checho con determinación. Las dos niñas buscaron por todos lados, hasta que finalmente encontraron el muñeco debajo de una banca.

Sofía estaba tan feliz que abrazó a Checho y le dio las gracias. A medida que pasaban los días, Checho se dio cuenta de que había muchas cosas interesantes para aprender en el jardín. Aprendió sobre números, letras y colores.

Pero también aprendió sobre amistad, generosidad y empatía. Un día, la señorita Laura anunció que iban a hacer una obra de teatro para los padres. Cada niño tendría un papel importante y debían practicar mucho para estar listos.

Checho estaba emocionada por la oportunidad de actuar en frente de sus papás. Ella sabía que todos sus amigos también estaban emocionados por mostrar lo que habían aprendido en el jardín. Llegó el día de la presentación y el salón estaba lleno de padres orgullosos.

La obra comenzó y cada niño hizo su parte con entusiasmo. Cuando fue el turno de Checho, interpretando a una hada mágica, brilló en el escenario con su voz clara y segura.

Todos aplaudieron al finalizar la obra y sus papás le dedicaron una gran sonrisa llena de orgullo. Después del éxito de la obra, Checho se dio cuenta de lo mucho que había crecido durante ese tiempo en el jardín.

Había superado sus miedos, hecho nuevos amigos e incluso descubierto su pasión por el arte y la actuación. Al finalizar el año, Checho se despidió del jardín de infantes con lágrimas en los ojos pero con una gran sonrisa en su rostro.

Sabía que estaba lista para enfrentar nuevos desafíos y seguir aprendiendo cada día. Y así, Checho siguió creciendo y descubriendo nuevas cosas en el colegio primario, secundario y más allá.

Siempre recordaría con cariño su tiempo en el jardín de infantes, donde aprendió lecciones valiosas que la acompañarían toda la vida.

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