Unidos en la Gran Ciudad
Había una vez un niño llamado Moisés que vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Moisés tenía una mascota muy especial, una perrita llamada Canela. Juntos, exploraban el campo, jugaban y se divertían sin parar.
Un día, Moisés recibió la noticia de que su familia se mudaría a la gran ciudad. Moisés estaba emocionado porque había escuchado muchas historias sobre la ciudad: los rascacielos altísimos, las luces brillantes y los parques llenos de juegos.
Cuando llegaron a la ciudad, Moisés estaba asombrado por todo lo que veía. Los edificios eran enormes y las calles estaban llenas de gente caminando apurada. Pero también notó algo triste: no había mucho espacio verde para jugar y correr.
Moisés decidió llevar a Canela a dar un paseo por el vecindario para que pudiera conocer su nuevo hogar.
Ambos caminaban con curiosidad cuando vieron a un grupo de niños jugando en un pequeño parque improvisado en medio de las casas. Canela se acercó corriendo hacia ellos moviendo su cola felizmente mientras Moisés intentaba alcanzarla. Los niños se sorprendieron al ver a Canela y rápidamente comenzaron a acariciarla y jugar con ella.
"¡Qué linda es tu perrita! ¿Cómo se llama?"- preguntó uno de los niños. "Se llama Canela"- respondió Moisés sonriendo. "¿Quieres ser nuestro amigo?"- preguntó otro niño. Moisés asintió emocionado con la cabeza y los niños comenzaron a jugar juntos.
Canela corría de un lado a otro, feliz de tener nuevos amigos. A medida que pasaban los días, Moisés y Canela se fueron integrando cada vez más en la vida del vecindario.
Juntos, ayudaban a reagarrar la basura en el parque y plantaban flores en macetas para embellecer las calles. Un día, mientras paseaban por el centro de la ciudad, Moisés notó algo triste en el rostro de una señora mayor sentada en un banco. "¿Estás bien, señora?"- preguntó Moisés con preocupación.
La señora suspiró y respondió: "Me siento muy sola aquí. Extraño mi antiguo hogar". Moisés le sonrió amablemente y le dijo: "No te preocupes, ¡tenemos una idea!".
Moisés volvió corriendo a su casa y regresó con Canela llevando una pequeña planta en sus manos. Le dio la planta a la señora y le explicó cómo cuidarla. La señora sonrió emocionada y prometió hacerlo.
Con el tiempo, más personas del vecindario comenzaron a interesarse por las plantas que crecían frente al edificio de la señora. Juntos, todos trabajaron para convertir ese espacio gris en un hermoso jardín comunitario lleno de coloridas flores y árboles frutales.
El vecindario se transformó completamente gracias al esfuerzo conjunto de Moisés, Canela y todos los vecinos. Ahora había un lugar donde los niños podían jugar libremente rodeados de naturaleza. Moisés descubrió que no importa dónde vivas, siempre puedes hacer una diferencia.
Al unir fuerzas con los demás y cuidar del medio ambiente, se puede transformar cualquier lugar en un hermoso hogar lleno de amor y alegría. Y así, Moisés y Canela demostraron que la amistad y el trabajo en equipo pueden cambiar el mundo, incluso en la gran ciudad.
Juntos, enseñaron a todos que cada uno de nosotros puede marcar la diferencia si nos esforzamos por hacerlo.
FIN.