Unidos en la playa


Había una vez una familia muy especial compuesta por Papá Oso, Mamá Osa y sus tres ositos: Benito, Lila y Toto. Vivían en el corazón del bosque, rodeados de árboles altos y flores de colores brillantes.

Pero este verano decidieron hacer algo diferente: ¡un viaje a la playa!"¡Chicos, chicos! ¡Nos vamos de vacaciones a la playa!", anunció Papá Oso con entusiasmo.

Los tres ositos saltaron de alegría y comenzaron a empacar sus cosas para la aventura. Benito llevaba su tabla de surf, Lila su balde y palita para hacer castillos de arena, y Toto su pelota para jugar en la orilla. El viaje en auto hacia la costa fue largo pero emocionante.

Cantaron canciones, jugaron al veo veo y se rieron juntos. Finalmente llegaron a un hermoso pueblo costero donde se hospedarían durante las vacaciones. Al día siguiente, fueron a la playa temprano por la mañana.

El sol brillaba en lo alto del cielo azul y las olas rompían suavemente en la orilla. Los ositos corrieron hacia el agua, ansiosos por sentir la frescura del mar.

"¡Qué linda está el agua! ¡Vamos todos juntos!", gritó Mamá Osa mientras se zambullían en las olas. Pasaron horas jugando en la playa: construyeron castillos de arena, recolectaron caracoles y corrieron por la costa persiguiendo gaviotas. Fue un día perfecto lleno de risas y diversión familiar.

Pero cuando el sol comenzaba a ponerse detrás del horizonte naranja, algo inesperado sucedió: Benito se perdió entre tanta gente que disfrutaba del atardecer en la playa.

"¡Benito! ¡Benito! ¿Dónde estás?", gritaban desesperados los demás ositos mientras buscaban entre los paraguas coloridos y las sombrillas desparramadas por toda la costa. El corazón de Papá Oso latía rápido mientras seguía buscando a su hijo perdido. De repente, escuchó unos sollozos provenientes detrás de unas rocas cercanas.

Corrió hacia allí y encontró a Benito llorando porque se había perdido. "Tranquilo Benito, aquí estoy yo", dijo Papá Oso abrazándolo con fuerza. "Siempre debemos estar juntos cuando estamos en lugares nuevos".

Después de ese susto, volvieron al hotel donde se hospedaban con una lección aprendida: nunca separarse cuando están fuera de casa. La familia cenó junta esa noche recordando las aventuras vividas durante el día.

Al día siguiente regresaron a casa con el corazón lleno de recuerdos felices pero también con una nueva comprensión sobre la importancia de cuidarse mutuamente cuando están lejos del hogar. Y así terminó el viaje familiar a la playa; una experiencia inolvidable que fortaleció los vínculos entre los ositos y sus padres para siempre.

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