Unidos por el corazón



Había una vez un niño llamado Champi, que era muy apegado a su mamá. Cada vez que tenía que ir al colegio o quedarse en casa de algún amigo, se ponía triste y no quería separarse de ella.

Un día, mientras Champi estaba en el parque con su mamá, vio a una niña sentada sola en un banco. La niña parecía triste y solitaria.

Champi se acercó tímidamente y le preguntó:- ¿Estás bien? ¿Por qué estás sola? La niña levantó la cabeza y miró a Champi con sus grandes ojos llenos de lágrimas. - No tengo amigos - respondió con voz temblorosa-. Me mudé hace poco a esta ciudad y aún no he conocido a nadie.

Champi sintió empatía por la niña y decidió hacer algo para ayudarla. Le extendió la mano y dijo:- ¡Hola! Mi nombre es Champi. Si quieres, podemos ser amigos. La niña sonrió tímidamente y aceptó la mano de Champi.

- Yo me llamo Sofía - dijo ella-. Me encantaría tener un amigo como tú. Desde ese día, Champi y Sofía se volvieron inseparables. Juntos exploraban el parque, jugaban al escondite e inventaban historias increíbles.

A medida que pasaba el tiempo, los dos niños se dieron cuenta de que compartían muchas cosas en común: les gustaba dibujar, bailar y contar chistes divertidos.

Poco a poco, Sofía comenzó a animar a Champi cuando tenía que separarse de su mamá. Ella le recordaba lo divertido que era jugar con otros niños y lo emocionante que podía ser hacer nuevas amistades.

Un día, Champi le contó a su mamá sobre Sofía y cómo había encontrado una gran amiga en ella. Su mamá se alegró mucho al ver lo feliz que estaba Champi y le dijo:- Champi, estoy muy orgullosa de ti por haberle tendido la mano a Sofía cuando más lo necesitaba.

A veces, es difícil separarnos de las personas que queremos, pero también es importante abrir nuestro corazón para conocer a otras personas y formar nuevas amistades. Champi asintió con la cabeza y entendió el mensaje de su mamá.

A partir de ese momento, Champi se dio cuenta de que no tenía que tener miedo de separarse de su mamá porque siempre estarían juntos en el corazón. Además, ahora tenía a Sofía como compañera de juegos y aventuras.

Con el tiempo, Champi aprendió a valorar todas las amistades que iba haciendo en su vida. Descubrió que cada persona era única y especial, así como él mismo.

Y aunque seguía siendo muy cercano a su mamá, ahora también disfrutaba compartir momentos especiales con sus amigos. Y así fue como Champi aprendió la importancia de abrirse al mundo y encontrar nuevas amistades.

Siempre recordaría aquel día en el parque cuando encontró a Sofía, quien le enseñó que el amor y la amistad pueden surgir en los momentos más inesperados.

FIN.

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